De
Martín Lutero King a la Cruz
Por Juan Carmelo Luque, Cronista oficial de la
Villa
La calle
Martín Lutero King, primorosamente engalanada con sus dos arcos tradicionales,
resulta la más coqueta del recorrido,
ayuda a ello también su angostura y el corto trazado. De lo que no hay duda es
de su estilo, que recuerda los años de esplendor de aquella decorativa y
efímera arquitectura de la década
1963-1973.
Aunque
la familia Rivera Luque al completo está inmersa en el compromiso de mantener
la tradición lo más ajustada al estilismo de aquellos años, es Francisco Manuel
Rivera Luque el responsable y quien se cuida del colorido y el diseño decorativo. Su madre Dora Luque y su Hermano
Raúl, se encargan de recabar el importe del presupuesto entre el vecindario para llevar adelante un proyecto que este año
no subirá de 125 €. El cabeza de
familia, Juan José Rivera, tiene bajo su responsabilidad la manipulación del
papel de seda y el corte del mismo para sacar la materia prima de donde saldrán
las flores y la decoración de los arcos.
Dado su exiguo vecindario solo cuentan con la colaboración de Amparo Jesús
Monge Cabrera, Dora y Raúl para hacer flores. Francisco Manuel, que también
confecciona flores, se encarga de atarlas y formar las 20 tiras que cubrirán el
recorrido con dos airosas guirnaldas a
cada lado. Otras flores vestirán los arcos y los 9 palos que se plantan para
engalanar la calle como caprichosos arboles de fantasía.
Uno de
los muchos problemas a los que se
enfrentan, al igual que todos los organizadores que se responsabilizan de
vestir las calles, es el de la falta de espacio como almacén provisional para
las tiras de flores confeccionadas y el almacenamiento durante el año de los
palos y otros materiales. En este caso, el almacén utilizado para guardar los
palos durante el año y temporalmente las flores elaboradas, es la cochera que
la familia tiene alquilada.
Y
llegó el día de vestir la calle. Para esta labor y posterior desmontaje cuentan
con la ayuda de Samuel Ruiz Gazquez, José Alonso Monge, Ángel Medina y su padre
Manolito Medina.
Es
recomendable que la visita de esta calle se haga de noche para valorar, por un lado, la labor
empleada y su exquisito diseño y por otro, disfrutar del encanto que presenta al
rememorar la tradición de aquellas calles de arcos intermedios, decorados con la
delicadeza del papel de seda hecho flor de agosto.
Calle
San Miguel y la Cruz del Plato
Al final
de la calle San Miguel, en la plazoleta sin nombre que todos los castillejinos
conocen como La Cruz del Plato, Miguel Ángel Rodríguez Luque estará gustoso en
confirmar que lo dicho aquí es tan
cierto como su desvivir por mantener la tradición de vestir las calles –como
aquí se dice- para las fiestas Patronales de agosto. Naturalmente porque él,
gestor y artífice, al igual que otras personas de nuestro pueblo, sigue velando por mantener esta
tradición popular.
Cada
año, como otras personas hacen en su calle, decide el colorido y estilo que
lucirá la calle San Miguel y la Cruz, si ese año no se decide vestir todas las
calles y plazas del mismo color, como el pasado
2012 para conmemorar el Cincuentenario. Recaba el importe del
presupuesto que el año anterior ascendió 171,08 €, se aprovisiona del material
necesario y da comienzo la corta y el picado
del papel que distribuye entre las
personas que se dedicarán a la confección de las flores. Posteriormente
el papel de seda, transformado en delicadas florecillas temporales, volverá a
sus manos para, con ellas, elaborar las tiras o guirnaldas que decorará la
calle.
La
colaboración está relativamente cercana en el vecindario, cuenta con Loli Rodríguez del Valle, Isabelita
Herrera, Guadalupe Luque, su esposo Manuel Padilla y Mariqui Borrego Cárdenas
cuando está en el pueblo y en el clan familiar, su madre Florentina Luque
Romero y sus hermanas Keti y Esperanza. Este equipo es el responsable de la metamorfosis del
papel de seda en flores para San Miguel y La Cruz del Plato. También la prima María Victoria Luque Luque y su
esposo Raúl Vera, que además de hacer flores cortan y amarran.
Pasado
dos meses de trabajo en la manipulación del papel y el hilo, de idas y venidas,
de llevar y traer, de gestionar el espacio donde almacenar las tiras etc., a
Miguel Ángel le llega el momento de sacar y pintar los 23 palos, almacenados durante el año en el local de
Dieguito (antes de Paquita Hierro). Y otro año más el montaje, el trabajo más duro y de
escalera. Para ello se cuenta con Manuel Padilla, Raúl Vera, sus hijos Raúl y
Pablo y el mismo Miguel Ángel; ellos plantan los palos, tiran los alambres de
uno a otro y montan la estructura de la capilla en el monumento a la Cruz.
Posteriormente, cuando llegue la familia de La Rioja (los riojanos como
familiarmente les llama Miguel Ángel), aportaran su ayuda para colgar las tiras
de guirnaldas de palo a palo con una experiencia adquirida de varios años
atrás. En la tarde interminable de vestir la calle se cuenta, como en otras
calles, con la colaboración de las hermanas Amparo y Ana María Ríos –nadie sabe
cómo y cuándo pero llegan a estar en tres calles en la misma tarde-. También, los hijos de Ana María y sus amigos,
aprovechando que vienen a vestir el
remolque aportan su ayuda.
Antes de
finalizar la calle San Miguel, cuando las aceras se separan para dar espacio a
esa plaza sin nombre que és La Cruz del Plato, detén tu paseo para recrearte en
la capilla que cobija al monumento porque, aunque de efímera construcción,
presume de un exquisito gusto con sabor de los años 60 y 70 del pasado siglo
XX.
Costumbres y tradiciones 023
Castilleja del Campo, domingo
14 de julio de 2013