sábado, 1 de agosto de 2020

CASTILLEJINO POR DOS VECES DISTINGUIDO


Por Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
El sábado 4 de julio, Josefita de Benegas y Miguelito el carpintero recibieron la medalla Pro Ecclesia Hispalense de mano del Arzobispo de Sevilla, monseñor Asenjo. Un mérito reservado para  personas como estas dos, que se han distinguido por su servicio generoso y abnegado  a la Parroquia de San Miguel Arcángel de Castilleja del Campo. Días después, el 9 del mismo mes, falleció Josefita.

Cuando me propusieron que le dedicara a Miguel Luque unas (limitadas) palabras, para el libro de recuerdo que se le entregaría en el citado acto,  pensé: ¿Cómo resumir en solo unas líneas mis vivencias con Miguel? A este hombre, que fue mi maestro, mi hermano mayor y  amigo desde mi adolescencia, no le puedo ningunear  de tantos proyectos, al menos los más importantes, en los que ha colaborado a lo largo de su vida. Esto me llevó a publicar esta crónica.
Los muchos recuerdos que tengo de él, descubren a un hombre servicial y comprometido con la sociedad castillejina. Sus actuaciones y colaboraciones de forma altruista, en todo lo referente al desempeño de su profesión, su dedicación a los demás, y  sus valores como persona dan fe de ello. Así lo ha reconocido la iglesia con  la citada medalla y el Ayuntamiento local, dedicándole una calle con su nombre. 
Miguel Luque Rodríguez (1933), Miguelito el carpintero, como es popularmente conocido entre sus paisanos por su profesión de carpintero y ebanista, tiene una calle con su nombre.
En  la Sesión Ordinaria del Ayuntamiento del 28 de septiembre de 2018, el punto cuarto del orden del día recoge: Aprobar la denominación de la calle “Carpintero Miguel Luque”.
El  Alcalde-Presidente puso de manifiesto los valores que concurren en Miguel Luque: generoso, amable y servicial. Un hombre generoso: siempre dispuesto a aportar su trabajo desinteresado en multitud de actividades y eventos que se han venido realizando en nuestro pueblo. Siempre servicial, que con enorme  amabilidad solucionaba cualquier contratiempo de las personas. Por ello y por su trayectoria profesional, le dedicamos este reconocimiento.
Hechas estas consideraciones el Ayuntamiento Pleno, por unanimidad de los concejales asistentes, adoptan el  acuerdo:
Rotular la calle donde se ubicaba su antigua carpintería, que va desde la calle Cuatro de Diciembre hasta Ramón y Cajal, con la denominación: “CARPINTERO MIGUEL LUQUE”.

En su dilatada trayectoria como carpintero siempre atendía en su taller, con el mismo agrado, tanto a un cliente en potencia, como a los jóvenes y niños que reclamaban la reparación de un pinchazo en la rueda de la bicicleta o una avería en el juguete del más pequeño. -Esto no es cosa de ellos, son los padres que me los envían para quitarse el problema de encima. ¿Qué le vamos a hacer? -Decía Miguel sonriendo.
Otro día era una señora para que la reparara una desvencijada silla y, además,  venía con prisas y sin nada suelto para pagar. Él a todos atendía, aunque para esto último y lo anterior tuviera que dejar aparcada la faena emprendida. Perdiendo su tiempo y por ende sus ganancias. También era requerido a cualquier hora para abrir una puerta por deterioro de la cerradura o pérdida de la llave. Pérdidas las que también él sufrió en su larga singladura profesional. Fueron muchas herramientas prestadas sin devolución. Y cuando reclamaba algunas de ellas, las respuestas casi siempre eran las mismas. <<Yo te la traje días después>>. Miguel se aguantaba, más o menos bien, para evitar un desagradable enfrentamiento, muestra de su singular calidad humana.  

Entre sus colaboraciones con asociaciones y agrupaciones locales descubrimos esta con el club de futbol. Él, gran aficionado, fue jugador en el equipo local como delantero y también en la portería de la que era reserva. Estando de portero era todo un técnico dirigiendo la defensa, mandando en su área con garantía de resguardar los tres palos. Miguel siempre iba a por todas como cancerbero, era el último baluarte al que se tenía que enfrentar el contrario en su ataque.
Tanto si jugaba como si no, su labor en los partidos en casa comenzaba dos horas antes del encuentro y finalizaba otras tantas después de los tres pitidos que marcaba el final del mismo. Miguel se encargaba de montar y desmontar el marcador y los tres palos de las dos porterías, era la única forma de mantenerlos rectos, sobre todo los largueros, y la pérdida o deterioro de todo lo demás: aquellos seis palos de eucaliptus y el marcador que él tanto cuidaba. Nadie le preguntaba por el valor de su trabajo, domingo sí, domingo no. ¡Para qué! Él no pensaba cobrar nada.

Para certificar estos “gajes del oficio” como él decía, vamos a recordar una de tantas anécdotas futboleras de aquel desaparecido “PHILIPS Futbol Club”. (Nombre del equipo de Castilleja en aquella época)
Le ocurrió a un acompañante del equipo visitante, asistido de muletas por faltarle su pierna izquierda. Situado justo detrás de la portería que defendía su equipo, no tuvo tiempo de esquivar el esférico que, una vez pasados los palos, fue a impactar justamente en su apoyo derecho. Tal  fuerza llevaba la pelota que partió en dos la muleta. De momento el cojo se quedó de pie.
A la vista de que, a grito pelado y con malhumorado carácter, el aficionado visitante reclamaba al club por los daños sufridos,  Miguel Luque salió al encuentro y se ofreció a remediar el desaguisado. Finalizado el partido, el resultado  fue lo de menos aunque se ganó,  Miguel, hijo del carpintero Antonio Luque, se llevó la muleta al taller y se la entregó totalmente restaurada.
Aquel  domingo pasó a la historia por el remate de Andrés Luque que, además de  marcar un gol dio trabajo al carpintero, aunque este nada cobró.
Años después, en 1980 un grupo de aficionados, colaboradores y directivos del “Club Deportivo San Miguel” se reunieron para  inscribirlo como Sociedad Recreativa en la Federación Andaluza de Futbol. Allí también estaba Miguel Luque Rodríguez.

Desde mediados del pasado siglo XX, Miguelito intervenía  en todos los montajes de teatro y espectáculos benéficos que se organizaban en nuestra localidad. Él era el que ensamblaba el entarimado del escenario, montaba la tramoya y los decorados y,  además, actuaba en todas las obras como actor. De todos estos montajes solo cobraba el importe de los materiales empleados… Y no siempre.
Otro de sus compromisos con la sociedad local fue la construcción de las carrozas para la cabalgata de Reyes Magos en 1984. Y, aunque en este caso si facturó el trabajo, durante muchos años su presencia era imprescindible a la hora de montar y adaptar los módulos en las carrozas. Labor que realizaba sin especial  interés económico, y si le pedían que le hiciera factura, él contestaba: <Ya se hará>.

Miguel también ha sido un hombre de iglesia y para ella ha colaborado reparando, modificando y ejecutado obras nuevas, aportando su profesión a la parroquia de San Miguel de Castilleja del Campo. No solo esto, con Miguel se podía contar para traslado de imágenes, preparación de altares, movimientos de pasos y su adecentamiento, etc.,  y siempre ha custodiado de las llaves de la Iglesia. Desde su jubilación pudo dedicar más tiemplo  al servicio de la misma, colaborando como un sacristán auxiliar, encendiendo la cera para los cultos, distribuyendo el boletín parroquial y ejecutando los toques y  repiques de campanas, aunque últimamente sus achaques y le han limitado la subida al campanario.

La celebración de las populares Fiestas Patronales  fue una tradición discontinua y sin proyección de futuro. Aparece a finales del siglo XIX y resurge en 1917, gracias a las gestiones de Antonio Luque (padre de Miguel), celebrando cultos y procesión hasta 1925. Tras otro largo paréntesis, Aniceto Luque Luque. y su equipo, logran reorganizarlas entre 1942 y 1946 y posteriormente dos casos aislados uno en 1948 y en 1950 el otro.
Tras un largo  y silencioso paréntesis de 12 años sin celebrarse las populares Fiestas Patronales, en marzo de 1962, Miguel Luque Rodríguez se reunió  de cinco amigos: Manuel Rodríguez Delgado, Diego Luque Reinoso, Mario Rodríguez Luque, Eduardo Herrero Rodríguez y José Moreno Luque. Estas personas, siguiendo las directrices de Miguel, formaron una comisión gestora con el firme propósito de reorganizar nuevamente las Fiesta Patronales de forma definitiva, como lo atestiguan los 58 años trascurridos desde 1962  hasta la fecha.
Hoy nos toca agradecerle a Miguel y su grupo aquella labor de ayer. Y el reconocimiento de la sociedad de Castilleja del Campo por haber sido la piedra angular de la que hoy es la Hermandad del Santísimo Sacramento, San Miguel Arcángel y Ntra. Sra. del Buen Suceso. Un trascendental legado que ha dejado a su pueblo.

Miguel Luque Rodríguez un ejemplo y una institución, pero a la vez un hombre cercano, sencillo y de indiscutible valor humano, que puede presumir de tener rotulada con su nombre la calle donde se ubicaba su taller de carpintería y lucir, por méritos, la medalla “Pro Ecclesia Hispalense”.

Crónica 150. Castilleja del Campo, sábado 1º de agosto de 2020