Colmeneros y otros usos
Por
Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
El
colmenero, que dicho así suena demasiado grande, era un oficio que se explotada para el autoconsumo y en algunos casos para una venta que raramente llegaba para tapar las
bocas de la familia.
Más
que un oficio recolector, en la actualidad tendríamos que hablar de empresas
manufactureras, ya que la competencia de miel foránea y de baja calidad
producida industrialmente, hace años que arruinó este oficio en muchas zonas de
Andalucía y también en nuestra localidad.
Cuenta
la leyenda que hombres recolectando miel aparecen en culturas dispares desde
hace más de 20.000 años. En nuestra península, pinturas rupestres levantinas y
en Altamira dan fe de este dulce oficio, del que también hablaron Plinio,
Aristóteles y Virgilio. Miles de años después, los árabes andaluces potencian
su uso en repostería, de ahí nuestros
pestiños, “angüelas” y gañotes. Tenemos la suerte de que este oficio y el mundo
de las colmenas, que permaneció vivo en nuestra localidad hasta ayer mismo, ya
que se conoció hasta el último tercio del pasado siglo, diferiría poco con los
modos con que los árabes o el mismísimo “Gargoris”, rey tartesio, trató la
miel.
En
la lejana niñez de mis recuerdos aún veo
la casa de un colmenero de la familia, en unas imágenes en papel sepia. Allí, unas
oscuras bolas de cera amontonadas en el patio esperando compradores foráneos,
la miel en los tarros y las colmenas de toscos corchos de alcornoques, cosidos
en uno de sus lados por clavos de madera y cegados con una tapa rudimentaria
sujeta de la misma forma. Una instantánea fotográfica, que quedaría imborrable
en mi memoria, daba forma a este
imaginario bodegón.
De
aquellos recolectores de miel de nuestro pueblo, me aventuro a nombrar a José Luque (la curia), Manuel Ramírez (el chico), Miguel Rodríguez (de
Cecilio) y al citado familiar, Aniceto Luque Luque.
LABORES EN VARETA DE
OLIVO
En
la misma línea que los casos anteriores, una suerte de labores de artesanía y
usos populares comenzó a propagarse entre los ciudadanos de las zonas rurales y
ganaderas en toda España. Manualidades
que en muchos casos llegaron a rozar el arte dada la elaborada terminación de
sus trabajos, como bolsos, lámparas y otros objetos para la decoración en el
hogar.
También
en Castilleja del Campo varias personas se las ingeniaron para iniciarse en
manualidades como la cestería en varetas de olivo y el trenzado de la palma
morisca.
En
nuestra localidad, donde el cultivo más
importante fue el olivar, que junto a la vid fue el motor de la economía local
hasta mediados del siglo pasado, no podían faltar los artesanos de la vareta de
olivo.
El
trabajo de la vareta como oficio artesanal era más entretenido que laborioso.
Primero había que recolectar la materia prima, esto se hacía en el segundo mes
del verano cuando comienza la temporada de varetas frescas menudas y tiernas.
Después de pelarlas había que seleccionar las mejores, no todas valían, por
ello el artesano tenía que ser generoso a la hora de la recolección para no
quedarse corto de material una vez desechadas las varetas defectuosas.
Generalmente
para la elaboración de canastas y canastos pequeños comenzaban por formar el
principio de la base, después de recortar las puntas sobrantes, extendía la labor sobre el suelo, agrupaban
todas las guías hacia arriba y ataban las varetas más largas. A partir de aquí
y continuando desde la base, comienza a elaborarse el canasto o cesto. Con las varetas más pequeñas, que el
artesano sujetaba con el dedo anular de una mano, mientras con la otra las introducía
entre las guías, para ir subiendo la labor hasta finalizar el trabajo.
Otro
aprovechamiento más del olivo que, gracias a unas manos prodigiosas, devolvería nuevamente al campo lo que al campo
correspondía, transformado en canastos y
canastas de todo tipo para la recolección y
las labores agrícolas y ganaderas. Útiles también en el hogar, como cestos
de varios modelos y un objeto indispensable en el invierno: la “enjugadera”. Una
especie de cono que se utilizaba para
evitar que la ropa de camilla se prendiera con el brasero y muy útil para secar
ropa en los días lluviosos y nublados, sobre todo de los más pequeños.
Otra
salida comercial de los productos de varetas eran las jaulas y jaulones para
pájaros, aunque este último trabajo siempre se hacía por encargo y exigencias
del perdicero.
Idelfonso
Herrero (Benega) y Celestino Borrego Notario, fueron las dos personas que por
afición o necesidad más se dedicaron a estos usos.
ARTESANÍA DEL TRENZADO
DE PALMA
El
trabajo artesanal de la palma se realizaba fundamentalmente con la hoja palma o
palmito. En la recolección se diferencian dos variedades, unas eran las hojas
nuevas, de color blanco aún si abrir, denominadas palmito y la recolección de
las hojas verdes, crecidas y abiertas que se realizaba en los meses de verano.
La
palma blanca o palmito es la más utilizada por los artesanos por ser más
maleable a la hora de la manipulación, el trenzado y la calidad del producto
terminado, aunque tiene más trabajo añadido. Se tiene que abrir una a una,
extenderlas al sol y al rocío de la noche en el suelo de un patio, terraza,
azotea, etc. Es necesario dar vueltas a las ramas todos los días para que vayan
adquiriendo el color blanco uniforme.
La
palma verde se extiende al sol tras ser cortada, después se deshoja separando
las pínulas del raquis de las hojas, agrupándolas por tamaños en manojos de cincuenta
o sesenta, para trabajar con ellas cuando se necesiten.
Si
en el oficio de la vareta, además de las manos, el artesano sólo necesita unas
tijeras y una buena navaja, en la artesanía de la palma son varias las
herramientas y útiles necesarios. Hacha, tijeras, cuchillo y picadera para
cortar y limpiar. Varios tipos de agujas, de metal, de hueso y de madera, unas
para coser y otras para separar las hojas en tiras más estrechas. Un mazo de
madera, de forma redondeada y totalmente pulida, para alisar y dar forma a la empleita.
Entre
la diversidad de objetos y piezas que fabricaban estos artesanos de utilidad
tanto en el hogar, en las tareas domésticas como para el trabajo en el campo,
señalaremos las más conocidas.
Utensilios
para guardar objetos y decorativos para la casa, moldes de empleita para hacer quesos, escobas,
cestos y bolsas para hacer la compra,
esteras, alfombras y hasta cunas para bebés, etc.
Para
el campo, sombreros, capazos de diferentes modelos para la recolección (como el
“macaco”), serones para transporte, diferentes tomizas para arreos del ganado,
etc.
Según
nuestra información, en Castilleja del Campo fueron varias las personas que se
aventuraron en el arte de la manipulación de la palma, y aunque tenemos varios
nombres, solo mencionaremos al artesano que fue reconocido por su oficio y
profesionalidad en localidades de la comarca. Norberto Delgado Romero.
Costumbre
y tradiciones 040
Castilleja
del Campo, jueves 15 de septiembre de 2016