Los Costilleros y otras artes
Por
Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
En
el mundo de los cazadores, el costillero podría ser algo así como aquel sabio
de la fábula que recogía para alimentarse las yerbas que otro indigente colega
desechaba.
La
costilla o percha como es conocida en otras localidades, era y es –porque
muchas está expuestas en museos de arte y costumbres populares- un
artefacto poco ingenioso pero muy
efectivo en su ruin cometido. Sobre una tablilla de pino o álamo blanco se colocan dos semicírculos de
alambre sujetos a la misma con unas grapas, que son accionados por un muelle, artilugio que
generalmente eran construidos artesanalmente por los mismos cazadores de
esta suerte.
Para
montarla, se tensa unos de los arcos formando un círculo con respecto al otro
que queda fijado en la tablilla. Se sujeta con el pinganillo y en el centro se
le coloca el cebo que, al ser picado, hace saltar el ingenio y deja atrapado al
incauto pajarillo. Los cebos, recolectado por los propios costilleros, podrían
ser desde uvas pasas, trigo u otras semillas, gusanos y hasta hormigas aladas, el
más efectivo de todos los engaños por el brillo de sus alas.
Esta
fue otra afición apremiada por la necesidad. Aunque si bien había muchos
aficionados, –sobre todo entre la chiquillería-
eran pocos los profesionales, puesto que el esfuerzo requerido para
obtener alguna ganancia no compensaba tamaño trajín.
La
caza con este tipo de trampas era un trabajo arduo y de dedicación, a día
completo, y de largas caminatas por sementeras, viñas y olivares. Suela de
alpargatas que recorrían a diario una decena de kilómetros por malos caminos y
campo a través, para que al amanecer estuvieran sembradas las costillas en los
lugares previamente localizados. A medio día hacía la primera requerida,
recogían el botín y volvían a montarlas. Por la tarde se repetía el rito.
Mientras tanto, el costillero llenaba las horas de ocio vigilando la posible llegada de sus enemigos naturales,
por un lado estaban los milanos que solían robarles las presas, a veces con
costilla incluida a pesar de estar clavada en tierra por una estaquilla. Otros
enemigos con los que tenía que estar ojo avizor eran lo humanos amantes del
bien ajeno y, sobre todo, con la Guardia Civil que no eran menos temibles.
También en esas horas de sol a sol debía patear la zona para localizar nuevos
enclaves. Para que la jornada fuera rentable, los profesionales necesitaban
coger entre diez y treinta docenas de
pájaros. Con menos se perdía el día, como aseguraba un conocido costillero de
la localidad.
En
Castilleja del Campo, al igual que los pueblos de la comarca, la caza ilegal
con costilla, “encijera o arpa” (trampa artesanal de resorte), con liria
(pegamento natural que se untaba a lado del cebo), con redes en los aguadero y
la práctica de caza nocturna con luz y cencerro, estaba muy extendida y poco
profesionalizada.
De
aquella caza furtiva con costillas recordamos a Leovigildo Monge, a los
hermanos Narciso y Antonio Luque Romero y al más profesional: Adolfo Muñoz
Caraballo, de quien según cuentan, consiguió a vivir de este tipo de caza. Entre
los que comenzaron siendo unos niños destacamos a Mario Rodríguez Luque que con
ocho años ya pateaba los campos con sus tíos armando costillas y con el paso de
los años adquirió profesionalidad en toda suerte de caza. Otro chiquillo al que
la afición le llegó de su padre fue Salvador Muñoz Moreno (el rubio) quien,
además de costillas, armaba encijeras y utilizaba la caza con pegamento (la
liria).
Algunos
de estos cazadores del engaño y demás aficionados a otros estilos, eran ellos
mismos quienes se fabricaban sus propias
artes para caza, como las costillas, encijeras, redes, etc. Durante muchos
años, aficionados de otras localidades llegaban a nuestro pueblo buscando un
pito, un jaulón o cualquier otro útil para la caza.
Por
aquellos años de mediados del pasado siglo, tanto a José Luque (de la rubia)
como a José Luque (la curia), a ambos se
les daba muy bien la fabricacion de jaulones, jaulas de colgar el reclamo,
redes, pitos para el reclamo y otras utilerías para el cazador.
Costumbre
y tradiciones 039
Castilleja
del Campo, viernes 9 de septiembre de 2016