EL NACIMIENTO DE CASTILLEJA
MEDIEVAL CRISTIANA
Por Juan C. Luque Varela, Cronista Oficial de la Villa
En
nuestra última “pincelada histórica” dejamos a nuestra Castilleja aún en manos
de sus pobladores hispano-musulmanes, con sus costumbres, usos y cultura
particular. Pero mucho va a cambiar la situación tras los hechos de su
reconquista y posterior repoblación de gentes del norte y centro de nuestra
península, a partir de la toma de Sevilla capital y de la parte más oriental
del Aljarafe (entendido como comarca natural, cuya comprensión será la que le
den a partir de entonces sus nuevos moradores).
Dichos
hechos tendrán lugar entre 1247 (cierre del cerco de Sevilla capital) y 1252
(inicio de la reconquista del cristiano Campo de Tejada), cuyo aún reyezuelo,
Hamete, aunque ya había aceptado varios años atrás la potestad del rey Fernando
III, mediante el pago de parias, aprovechó la muerte de éste (1252) para
levantarse en armas contra su recién nombrado sucesor e hijo, Alfonso X. Sin
otro remedio, el rey “Sabio” organizó una campaña contra Tejada, que cayó en
manos cristianas, sin excesivo esfuerzo, a principios de 1253. En aquel año
comenzaron para Sevilla y su tierra las tareas oficiales de cristianización,
dirigidas por la chancillería Alfonsina en comunión con la Santa Madre Iglesia,
que ya llevaban algún tiempo trabajando en ello. El Campo de Tejada, como
último territorio reconquistado agregado a la tierra de Sevilla (núcleo
original del recién creado Reino de Sevilla cristiano), disfrutó de la ventaja
de aprovechar los avances que la citada chancillería ya había puesto en marcha
en otras zonas del citado reino. Lo primero fue ver lo que realmente existía en
aquel campo (pobladores, poblaciones, sus categorías civiles públicas, etc.).
Luego vino la tarea de conceder tierras y gentes a cada una de las poblaciones
que recibían, como mínimo, el título de alquería, quedando fuera de esta
ordenación territorial las aldeas, los cortijos y los predios. Resultó que el
Campo de Tejada sólo contaba con un lugar que pudiese ser identificado como
“ciudad”, Tejada, “la Nueva”, que se convirtió así en su cabecera.
Nuestra Castilleja, llamada por sus
reconquistadores “Casti(e)lla
Abençameit”, obtuvo la categoría civil pública de alquería, por lo que se
la dotó de un alfoz (o término)
propio, cuya medición corrió a cargo de Don Remondo, todavía obispo de Segovia,
en compañía de Ruy López de Mendoza, Gonzalo García de Torquemada, Pedro
Blanco, el adalid, y Fernán Servicial. No consta la inclusión en el mismo de
aldeas, cortijos o predios, lo cual, unido al poco alfoz que le fue asignada (1.287 aranzadas, unas 650 has), nos debe
llevar a la conclusión de que se trataba de un lugar pequeño, en comparación
con algunos de sus vecinos más inmediatos.
Tras
las citadas tareas, se procedió al repartimiento y repoblación de Casti(e)lla
Abençameit, cuyo alfoz se dividió
en lotes, otorgados a sus reconquistadores por voluntad del propio rey.
Desgraciadamente, y a diferencia de la minuciosidad que el ya citado Libro del Repartimiento de Sevilla
ofrece para otros lugares, los datos que da sobre Castilleja (como la
llamaremos en adelante) figuran
mezclados con los de todas y cada una de las poblaciones que integraban el
Campo de Tejada, es decir, que no distingue entre quienes repoblaron la cabeza
de partido y todas y cada una de sus alquerías, que rondaban la treintena. Esta
falta de diferenciación hace imposible conocer determinados datos sobre los
primeros repobladores cristianos de Castilleja, tales como sus nombres,
procedencia geográfica, extracto social, filiación u oficio. Sin embargo, dicho
libro sí nos permite conocer otros aspectos específicos de aquella antigua
Castilleja. En primer lugar, que la mayoría de aquellos primeros repobladores
eran almocadenes y almogávares, es decir, los equivalentes
a la tropa militar profesional de nuestra época (aunque es segura su presencia
en la localidad, es imposible saber exactamente cuántos de ellos se cuentan
entre los primeros pobladores cristianos de nuestra Castilleja). Dicha obra
también dice que los cultivos más extendidos en su alfoz eran el olivar e higueral, a los que hay que añadir el cereal
(trigo, principalmente).
Aunque
no se señala expresamente en ninguna fuente de la época, parece que todo el
término de Castilleja fue repartido como heredades. La heredad tenía la
particularidad, frente al donadío, de que obligaba al beneficiario a no poder
venderla hasta transcurrido un plazo previamente fijado por la administración,
así como que su adjudicatario debía quedarse a residir en ella o en sus
inmediaciones. Otras cuestiones relativas a la repoblación cristiana de
Castilleja fueron la fijación de zonas comunales de monte y dehesa, a las que
sus repobladores tenían derecho de disfrute. Por último, a cada uno de ellos se
le dieron instrucciones de lo que debía, a cambio, aportar al fisco, tanto en
materias primas, como en dinero.
Para
que todo esto pudiese perpetuarse en el tiempo, la chancillería Alfonsina
entregaba a cada beneficiario una carta de heredad, donde se especificaban los
datos personales del heredado, así como la ubicación, dedicación y medidas de
la heredad (una especie de título de propiedad). Sin embargo, ninguna de
aquellas cartas se nos ha conservado, por lo que datos más concretos a este
respecto deben ser extrapolados de aquellas otras que sí se conserven, aunque
de otros lugares, con la extrema precaución que ello conlleva. Así, sabemos que
fue frecuente que no se cumplieran los plazos fijados para poder vender aquellas
propiedades, siendo ya entonces muy activo el proceso de compra-venta de las
mismas. También, que era usual que la administración ampliara las heredades
dadas a una misma persona.
De este
modo, podemos hacernos una idea de cómo transcurrieron aquellos primeros años
de vida en nuestra Castilleja recién reconquistada, comprendiendo las profundas
transformaciones que se produjeron en la sociedad de la época.
Nada se
ha dicho al respecto de la población hispano-musulmana que permaneció. Su
número debió ser muy escaso, y aunque oficialmente se le respetó todo, o casi
todo, de lo que tenían (religión, tradiciones, propiedades materiales…), en
realidad su estatus de vencidos les
llevó en poco tiempo a un estado de máxima pobreza, lo que les obligaba a
convertirse en esclavos voluntariamente, y en un muy corto periodo de tiempo.
Por
su lado, Tejada comenzó a despoblarse y no superó el impacto que supuso la conquista cristiana, desencadenando en un lento pero imparable
declive que conduciría a su definitivo abandono en los primeros años del siglo
XVl, hasta convertirse en un campo de pasto en beneficio de las poblaciones,
como Paterna, Escacena y Castilleja.
Tres localidades que adoptaron el topónimo <<del Campo>> por su
situación histórica y pertenencia al <<Campo>> de Tejada, de ahí
nuestra Castilleja del Campo.
Artículo basado en las investigaciones realizadas y
escritas por Don José Antonio Lazcano Modi, licenciado en Geografía e Historia.
Historia
015. Castilleja del Campo, miércoles 11 de diciembre de 2013