Ayer y hoy de nuestra sociedad
Por Juan Carmelo Luque, Cronista oficial de la
Villa
En estos días del mes de las flores, de
las populares cruces de mayo, El Rocío y
también de primeras comuniones, abrimos
el cajón de la memoria para sacar a la luz una parte del legado costumbrista
que nos dejaron nuestros antepasados para mostrarlo a las nuevas generaciones.
La publicación en la red de internautas <<Fotos Antiguas de Castilleja
del Campo>> de nuestro convecino Manuel Muñoz, ya se cuida de
refrescarnos la mente como un testigo gráfico de tiempos pasados. Son los actos
y celebraciones sociales de aquellas bodas, bautizos y comuniones.
Hoy es impensable festejar cualquiera
de estos eventos sociales sin un salón de celebraciones y un buen catering, o
al menos un lugar donde todo esté preparado por personal más o menos profesional
y mesas redondas con mucha cristalería y
un bonito centro floral, aunque ello interponga barreras a la fluida comunicación
entre los usuarios. Hay que dar buena imagen por encima de la normal relación entre los
comensales, a quienes no les queda más opción de tertulia que las personas que
tiene a ambos lados. Eso sí, a chillido o grito pelado del que saldrá usted
afónico de alzar la voz ante tanta algarabía. Los demás participantes en el
evento, familiares y amigos, son náufragos aislados en medio de un mar de
humanidad con olas de conversaciones, cada vez más altas, para tratar de hacerse
oír. Se ha perdido aquella celebración popular para meterse en espacios
sociales donde <<se gana en formalidad y estilo>>, –como dicen los
cursis- lo que se pierde en frescura y
naturalidad. Es la prisa de nuestro tiempo donde no cabe ni importa la tertulia,
se va a lo que se va, sin más palabras,
interjecciones ni risas. Hoy se montan celebraciones imposibles, sin pensar en recortes,
incomprensibles ante una actualidad de austeridad social y escasez de muchos. Lejos quedaron otras
personas, otras palabras de cercanía al paso de la vida lenta y sin prisas. Aquellos
eran otros actos, otras celebraciones. Todos hemos cambiado para estar al día, aunque nos esclavicemos a las modas, sucumbiendo a las manos y el
cincel del escultor modernista del tiempo. También la sociedad ciudadana de
Castilleja del Campo ha perdido con cada golpe de martillo lascas de sus costumbres y tradiciones populares. Estos
cambios también se llevaron por delante algunas celebraciones y otras perdieron
la efervescencia, la impronta y la naturalidad de la gente en casamientos
bautizos y comuniones de ayer.
¡Ay! Aquellos bautizos con sonido propio. El sonido de <<veinteduros>>
fraccionado en menudencia monetaria que rebotaban en los adoquines de la calle.
La chiquillería expectante a la puerta de la iglesia esperaba que el padrino, <<si
no estaba abollado como la cubeta del pozo Aguao>>, realizara su primer pelón
desde el porche de la torre. Un riego de metal que sonaba a repique de campanas
en los peldaños de la plaza. Después, en la casa del bautizado, padres y
padrinos compartían café, dulces caseros y copa de anís si era de mañana; unos
aliños, aceitunas y mosto para los hombres y gaseosa para las mujeres si fue un bautizo vespertino. Mientras tanto, de
la calle llegaban las risas de niños y niñas que, en un revuelo entre las
piernas de los mayores, recogían del suelo las perras del último pelón del
padrino, poniendo con ello el punto y seguido al Bautizo. Una celebración para el disfrute de los chiquillos.
La celebración de comuniones eran como más
recatada, sin la algarabía ni carreras ni bulla de niños. Solo los padres,
sobre todo las madres, abuelas, alguna hermana mayor y las tías, en resumen el
género femenino de la familia, arropaban al niño o niña que recibía su primer
encuentro con el Cuerpo de Jesús. Un tradicional protocolo marcaba las pautas a seguir.
Finalizada la ceremonia la pose
para la posteridad familiar con el rosario y el nacarado libro de oraciones
junto a un reclinatorio. Un ir y venir del fotógrafo localizando el encuadre
siempre con la iglesia de fondo. -¿Quieres la foto con los peldaños detrás, a un lado o en el porche de la plaza?
Esta era la única elección que dejaba a la madre. A continuación el obligado
reparto de recordatorios entre familiares y allegados que acudieron al Culto de
la Eucaristía. Por fin, cuando el niño o
niña estaba a punto del desmayo por el forzado ayuno pre-comunión, llegaba la
celebración. El aula del colegio de primeras letras de niñas, con la gran
pizarra mural decorada con dibujos alusivos para la ocasión realizados en colores
de cera y los pupitres unidos formando una mesa lineal, esperaba a los celebrantes. Solo a ellos. Bajo la atenta
mirada de sus respectivas madres para que no
faltara nada en aquel acto tan especial, los niños y niñas de Primera
Comunión disfrutaban de mantel y loza y un desayuno basado en chocolate y aquellos
alargados bizcochitos destinados para la inmersión en la taza. Un agasajo solo
para los verdaderos protagonistas del evento. Celebraciones de comuniones que
tenían la gracia de lo íntimo que se hacía público a toda la familia.
En la misma línea de austeridad, aunque con más
diversión y alegría se montaba la celebración de los casamientos. La calle se
llenaba de gente y curiosos hasta la misma puerta de la iglesia, los mismos
que, invitados unos y acompañantes otros, alargarán la mano en el convite ante
el primer plato que pase por delante. No había mejor espacio para las
celebraciones que el patio o corral trasero de la casa de la novia o del novio,
para refrescos más multitudinarios allí
estaba el patio del palacio o en el corral del bar la Granja, pero en todos el mismo estilo de convite con pocas
variaciones y servido por las primorosas manos de familiares y amigos. Un trajín aéreo de platos
que iban y venían desde la cocina para servir chacinas y fiambre de matanza casera, algo de
queso, tortillas de patatas, muchas aceitunas y poco más. Para trasegar las
viandas, botellines de cerveza y refrescos de gaseosa enfriados con barras de
hielo en la caldera de colada. El vino
mosto y algún que otro embotellado llegaba a las mesas con el punto ideal de
temperatura que le aportaba el pozo. –La primera nevera natural y ecológica-.
En algunos de estos acontecimientos podría llegar un plato más rotundo, vulgo el plato fuerte,
consistente en caldereta de cordero de
elaboración casera o guiso de carne de caza, con arroz o tomate, gentileza de
algún íntimo o vecino.
Actualmente no hay celebraciones de bodas,
bautizos ni comuniones, por muy costeada que sea, que alcance a las de ayer. Aquella
idiosincrasia natural de nuestra localidad, comunicación distendida y sin prisas entre invitados y una fuerza expresiva que más bien hacia de la
boda una fiesta del pueblo.
NOTA:
Todas las fotografías proceden de la publicación <<Fotos antiguas de
Castilleja del Campo>>.
Costumbres y
tradiciones 020
Castilleja
del Campo, lunes 13 de mayo de 2013