lunes, 13 de mayo de 2013

BAUTIZOS, BODAS Y COMUNIONES

Ayer y hoy de nuestra sociedad 

Por Juan Carmelo Luque, Cronista oficial de la Villa
         En estos días del mes de las flores, de las populares  cruces de mayo, El Rocío y también de  primeras comuniones, abrimos el cajón de la memoria para sacar a la luz una parte del legado costumbrista que nos dejaron nuestros antepasados para mostrarlo a las nuevas generaciones. La publicación en la red de internautas <<Fotos Antiguas de Castilleja del Campo>> de nuestro convecino Manuel Muñoz, ya se cuida de refrescarnos la mente como un testigo gráfico de tiempos pasados. Son los actos y celebraciones sociales de aquellas bodas, bautizos y comuniones.
         Hoy es impensable festejar cualquiera de estos eventos sociales sin un salón de celebraciones y un buen catering, o al menos un lugar donde todo esté preparado por personal más o menos profesional y mesas redondas con mucha  cristalería y un bonito centro floral, aunque ello interponga barreras a la fluida comunicación entre los usuarios. Hay que dar buena  imagen por encima de la normal relación entre los comensales,  a quienes no les queda  más opción de tertulia que las personas que tiene a ambos lados. Eso sí, a chillido o grito pelado del que saldrá usted afónico de alzar la voz ante tanta algarabía. Los demás participantes en el evento, familiares y amigos, son náufragos aislados en medio de un mar de humanidad con olas de conversaciones, cada vez más altas, para tratar de hacerse oír. Se ha perdido aquella celebración popular para meterse en espacios sociales donde <<se gana en formalidad y estilo>>, –como dicen los cursis- lo que se  pierde en frescura y naturalidad. Es la prisa de nuestro tiempo donde no cabe ni importa la tertulia,  se va a lo que se va, sin más palabras, interjecciones ni risas. Hoy se montan celebraciones imposibles, sin pensar en recortes, incomprensibles ante una actualidad de austeridad social y  escasez de muchos. Lejos quedaron otras personas, otras palabras de cercanía al paso de la vida lenta y sin prisas. Aquellos eran otros actos, otras celebraciones. Todos hemos cambiado  para estar al día, aunque nos esclavicemos a  las modas, sucumbiendo a las manos y el cincel del escultor modernista del tiempo. También la sociedad ciudadana de Castilleja del Campo ha perdido con cada golpe de martillo lascas de  sus costumbres y tradiciones populares. Estos cambios también se llevaron por delante algunas celebraciones y otras perdieron la efervescencia, la impronta y la naturalidad de la gente en casamientos bautizos y comuniones de ayer.



¡Ay! Aquellos bautizos con  sonido propio. El sonido de <<veinteduros>> fraccionado en menudencia monetaria que rebotaban en los adoquines de la calle. La chiquillería expectante a la puerta de la iglesia esperaba que el padrino, <<si no estaba abollado como la cubeta del pozo Aguao>>, realizara su primer pelón desde el porche de la torre. Un riego de metal que sonaba a repique de campanas en los peldaños de la plaza. Después, en la casa del bautizado, padres y padrinos compartían café, dulces caseros y copa de anís si era de mañana; unos aliños, aceitunas y mosto para los hombres y gaseosa para las mujeres si  fue un bautizo vespertino. Mientras tanto, de la calle llegaban las risas de niños y niñas que, en un revuelo entre las piernas de los mayores, recogían del suelo las perras del último pelón del padrino, poniendo con ello el punto y seguido al Bautizo. Una celebración para el disfrute de los chiquillos.

La celebración de comuniones eran como más recatada, sin la algarabía ni carreras ni bulla de niños. Solo los padres, sobre todo las madres, abuelas, alguna hermana mayor y las tías, en resumen el género femenino de la familia, arropaban al niño o niña que recibía su primer encuentro con el Cuerpo de Jesús. Un tradicional protocolo marcaba las  pautas a seguir. 
Finalizada la ceremonia la pose para la posteridad familiar con el rosario y el nacarado libro de oraciones junto a un reclinatorio.  Un ir  y venir del fotógrafo localizando el encuadre siempre con la iglesia de fondo. -¿Quieres la foto con los peldaños  detrás, a un lado o en el porche de la plaza? Esta era la única elección que dejaba a la madre. A continuación el obligado reparto de recordatorios entre familiares y allegados que acudieron al Culto de la Eucaristía.  Por fin, cuando el niño o niña estaba a punto del desmayo por el forzado ayuno pre-comunión, llegaba la celebración. El aula del colegio de primeras letras de niñas, con la gran pizarra mural decorada con dibujos  alusivos para la ocasión realizados en colores de cera y los pupitres unidos formando una mesa lineal, esperaba a  los celebrantes. Solo a ellos. Bajo la atenta mirada de sus respectivas madres para que no  faltara nada en aquel acto tan especial, los niños y niñas de Primera Comunión disfrutaban de mantel y loza y un desayuno basado en chocolate y aquellos alargados bizcochitos destinados para la inmersión en la taza. Un agasajo solo para los verdaderos protagonistas del evento. Celebraciones de comuniones que tenían la gracia de lo íntimo que se hacía público a toda la familia.

En la misma línea de austeridad, aunque con más diversión y alegría se montaba la celebración de los casamientos. La calle se llenaba de gente y curiosos hasta la misma puerta de la iglesia, los mismos que, invitados unos y acompañantes otros, alargarán la mano en el convite ante el primer plato que pase por delante. No había mejor espacio para las celebraciones que el patio o corral trasero de la casa de la novia o del novio,  para refrescos más multitudinarios allí estaba el patio del palacio o en el corral del bar la Granja, pero en todos  el mismo estilo de convite con pocas variaciones y servido por las primorosas manos de  familiares y amigos. Un trajín aéreo de platos que iban y venían desde la cocina para servir  chacinas y fiambre de matanza casera, algo de queso, tortillas de patatas, muchas aceitunas y poco más. Para trasegar las viandas, botellines de cerveza y refrescos de gaseosa enfriados con barras de hielo en la caldera de  colada. El vino mosto y algún que otro embotellado  llegaba a las mesas con el punto ideal de temperatura que le aportaba el pozo. –La primera nevera natural y ecológica-. En algunos de estos acontecimientos podría llegar  un plato más rotundo, vulgo el plato fuerte, consistente en  caldereta de cordero de elaboración casera o guiso de carne de caza, con arroz o tomate, gentileza de algún íntimo o vecino.
Actualmente no hay celebraciones de bodas, bautizos ni comuniones, por muy costeada que sea, que alcance a las de ayer. Aquella idiosincrasia natural de nuestra localidad, comunicación distendida y sin prisas  entre invitados y una  fuerza expresiva que más bien hacia de la boda una fiesta del pueblo.

NOTA: Todas las fotografías proceden de la publicación <<Fotos antiguas de Castilleja del Campo>>.

Costumbres y tradiciones 020
Castilleja del Campo, lunes 13 de mayo de 2013