Por
Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
Este
año, para conmemorar el 28F y hablar de nuestra patria andaluza, he considerado
que nadie mejor que la hija de Blas Infante, María de los Ángeles.
Ella
ha dedicado su vida en difundir el legado e ideario de su padre a través de la
Fundación Blas Infante que ella misma preside, manteniendo siempre presente a
su querido progenitor en sus palabras y referencias, salpicadas con recuerdos
de su infancia, con explicaciones y expresiones firmes y claras.
La
segunda de los cuatro hijos de Blas Infante nos recuerda una fecha cargada de
simbolismo, porque se enmarca entre el día en que los falangistas detuvieron a
su padre, el 2 de agosto de 1936, y la madrugada del 10 al 11 del mismo mes,
cuando lo fusilaron.
En
este sentido traemos aquí, una entrevista publicada en 2021 por el rotativo “El
Día de Córdoba”.
¿Qué
recuerda de su padre?
-Yo
iba a cumplir 6 años cuando se lo llevaron. Era el día de mi santo, el 2 de
agosto, y fui a verlo a su despacho. Me dijo: “Coge unos dulces y una botella
de anís y vas por la casa convidando”.
¿Había
mucha gente en su casa ese día?
-Nuestra
casa de Coria siempre estaba llena de obreros: albañiles, pintores,
escayolistas… Era como un poblado. ¡Nunca terminaban de construirla!
¿Y
eso por qué?
-Mi
padre era consciente de que el día que no trabajaban, esos hombres no comían.
De modo que ordenaba deshacer lo hecho, aduciendo que no le gustaba.
¿Y
su madre que decía?
-Decía:
“Blas, a este paso nos quedamos sin dinero”. La casa costó tanto que en el
pueblo la bautizaron como Oro y plata. ¡Hubo que hipotecarla! Esa generosidad
define el alma de mi padre.
¿Por
qué se fueron al campo?
-Estando
él de notario en Coria, mi hermano Blas cogió una pulmonía y se quedó muy
débil. Querían una casa en un cerro para que respirara aire puro.
¿Qué
más recuerda del día de la detención?
-El
uniforme de los falangistas: la camisa azul y el gorro con borla. Rodearon la
casa y lo sacaron por una cancelita, hacia el mediodía.
¿Qué
ocurrió entonces?
-Pude
ver que mi padre les hablaba al salir. Luego mi madre nos contó que les dijo:
“Con mis escritos privados haced lo que os parezca, pero el protocolo notarial
ni tocarlo”.
¿Y
le obedecieron?
-Le
dijeron: “¡Ya vendrá otro notario!”.
¿Cómo
reaccionó su madre?
-Le
dijo al jefe del pelotón, el sargento Crespo, que ella era sobrina del
gobernador civil, Pedro Parias. Y Crespo le respondió: “Si es así, muévase todo
lo que pueda, porque traigo órdenes muy graves.”
¿Qué
órdenes eran?
-Había
orden de aplicarle a mi padre la ley de fuga, para que no llegara a Sevilla con
vida. Pero Crespo no la obedeció: se portó muy bien, se jugó la vida.
¿Lo
llevó directo a Sevilla?
-Antes
fueron al Ayuntamiento de Coria, desde donde mi padre llamó a su amigo Ángel
Camacho. Mi madre, mientras, se fue a ver a Jaime Coll, teniente coronel de
ingenieros, que la acompañó a Sevilla.
¿Y…?
-Mi
madre fue a ver a su tío. ¡Se arrodilló delante de él! Era hermano de mi abuela
y tenía mucho trato con ella, porque pasaba temporadas en su casa. Mi madre era
de las predilectas de la familia.
-Pero
su tío no la ayudó.
-El
general Queipo cuenta en sus memorias que los primeros que se pusieron a su
disposición en Sevilla fueron Pedro Parias y sus hijos. Eso explica algunas
cosas.
¿Quién
ordenó fusilar a su padre?
-Yo
no lo sé. Un picador de toros de Coria, Almohadilla, estaba en el cine Jáuregui
la noche que lo nombraron junto a otros, para llevárselo, y nos contó cómo fue
aquel momento.
-Debieron
ser días muy duros.
-Fueron
días horribles. Queipo publicó un bando en esas fechas advirtiendo que no sólo
serían pasados por las armas los prisioneros de guerra, sino todos aquéllos que
intercedieran por ellos.
¿Cómo
reconstruyeron el fusilamiento?
-De
forma casi milagrosa. Nuestro amigo don Juan Álvarez Osorio coincidió, un día
que estaba comprando en una granja en Camas, con un hombre que fue testigo de
cómo lo fusilaron.
¿Quién
era ese hombre?
-Un
guardia cívico que acompañó al grupo hasta la [antigua] carretera de Carmona.
Contó que mi padre murió gritando “Viva Andalucía Libre”. Y una vez en el
suelo, ya casi muerto, lo volvió a gritar.
¿Cómo
supieron que donde está enterrado?
-Supimos
que estaba en el cementerio de San Fernando por el sepulturero Rafael, que
cuidaba las tumbas de mis abuelos. Le dijo a mi madre: “Yo vi como lo echaban a
la fosa común”.
-Pero
no tienen constancia documental.
-Hice
mis gestiones. Pero no consta que fuera enterrado el 11 de agosto. En el
archivo del cementerio no figuran más que unas pocas defunciones en blanco, sin
nombre alguno.
¿Qué
molestaba tanto de su padre?
-Que
defendía la reforma agraria. Había familias andaluzas que poseían términos
municipales enteros. Soñaba con que cada campesino andaluz tuviera su parcela.
-Entonces
había mucha hambre.
-Eso
influyó mucho en mi padre. En aquellos años los jornaleros se amontonaban en
las plazas. Llegaba el manigero y decía: “Vas a trabajar tú, tú y tú”, los
menos conflictivos. El resto volvía a su casa sin pan.
¿Y
qué destacaría de su figura?
-Por
encima de todo era un hombre bueno. Recuerdo que mi hermana Luisa y yo oímos una
vez que mi madre le decía: “Quieres dejar ya Andalucía y Andalucía, que vas a
traer una tragedia a esta casa…”
María
de los Ángeles Infante, aunque aún era una niña, guarda un fiel recuerdo de los
últimos días felices vividos en la casa familiar que el notario e ideólogo del
andalucismo construyó en Coria del Río (Sevilla). Ella nunca ha escatimado
esfuerzos cuando se la ha requerido para honrar la memoria de su padre.
Opinión
del cronista 057
Castilleja
del Campo, lunes 12 de febrero de 2024