viernes, 1 de febrero de 2019

PINCELADA HISTÓRICA DEL MANTO AZUL

Por Juan C. Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
El manto azul, uno de los que viste la Patrona, ha cumplido seis décadas y en febrero del presente año volverá a ser noticia.  Adelantándose a ello, Cronista de la Villa comparte con sus lectores esta pequeña historia.

A mediados de la década de los años cuarenta del Siglo XX, comenzó  otro de los muchos paréntesis sin aquellas <<Juntas, Directivas o Comisiones>>, que con el nombre de “Hermandad”, gestionaban las populares fiestas patronales de agosto. Aun así fueron años fructíferos y decisivos, referente a la provisión de vestuario y enseres del menguado ropero de la Virgen del Buen Suceso. Una actuación en la que se repetiría el procedimiento llevado a cabo entre 1917 y 1920. En aquellos años  el benefactor para la reorganización de la “Hermandad” fue doña Elisa de Porres y Osborne, Marquesa con el número 9 en la cadena sucesoria, y su hijo García de Porres y Porres, 10º Marqués de Castilleja del campo.
 
Esta vez, doña Antonia Luque Rodríguez (operadora de la centralita local de telefónica), haciendo valer sus buenas relaciones con doña María Gracia de Solís y Lasso de la Vega, esposa de D. García de Porres y Osborne, XI Marqués de Castilleja del Campo, le habla, en nombre de otras señoras, del proyecto para la adquisición de un nuevo manto para la Virgen del Buen Suceso. Comenzaba el año 1950
Como doña Gracia, después de ofrecerse para comprar el manto, no se decidía, Antonia y doña Rosa Caña (maestra de la escuela local), tras arduas gestiones por diferentes establecimientos sevillanos, localizaron el paño ideal para confeccionar la prenda en el comercio textil de Eduardo Rodríguez. Escogieron una buena pieza de terciopelo azul, dejando apartados  21 metros y se trajeron una muestra del mismo, con la decisión de comunicárselo a la señora Gracia de Solís.

Días después, Antonia Luque visita la casa del Marqués para entrevistarse con  doña María Gracia, su esposa Con ella mantuvo este escueto  pero productivo diálogo:
–Señora, como el Sr. Marqués y usted querían regalarle  un manto a la Virgen y no se decidían, vengo a informarle que ya sé dónde está el terciopelo para confeccionarlo.
–Muy bien Antoñita –dijo sonriendo la señora del marqués- y ¿Dónde está?
–Pues mire usted en el comercio de Eduardo Rodríguez de Sevilla. Ya está apartado, el metro sale a cuatrocientas veinticinco pesetas. Aquí está la muestra.
A primeros de 1951 la comisión  pro manto recibe la pieza escogida por Antonia y doña Rosa. Componían aquella comisión, en la que Antonia Luque era la promotora, las señoras: María Josefa Rodríguez, Francisca Hierro, Enriqueta Pozo, Victoria Luque y Pepa Luque.

Sin pérdida de tiempo gestionan la confección y posterior bordado del manto  con la Hermanas Adoratrices del convento de Huelva. A ver que la pieza de tejido solo medía cuarenta y seis centímetros de ancho, las monjitas les comunican que harán falta dos metros más para rematar la confección y que el bordado ascendería  a treinta y cinco mil seiscientas pesetas.

Las señoras pro manto comienzan a recabar fondos de casa en casa.  Antonia, otra vez haciendo uso de sus relaciones, visita a don Álvaro García (el Algabeño), a doña María Gamero Cívico, a los señores de Laffite y a doña Margara Isasi y su esposo Felipe, entre otros.
Por otro lado, el teatro fue una importante fuente de financiación. Paquita hierro dirige dos espectáculos de música y teatro. Uno en 1953 y en 1954 el otro, ambos montajes se representaron varias veces a demandas del público. En 1956 y 57 Maruja Rodríguez Mantero, contando con la colaboración de su hija Manola y de su hermano Eduardo, también  dirigió otros dos montajes  escénicos que, tras varias puestas en escena en la localidad, llegaron a representarse en localidades vecinas.

Por esas fechas, la comisión visita el convento para estregar las primaras 15.000  pesetas a cuenta del presupuesto y hacer un seguimiento de cómo iba el bordado. La prueba que le presentaron las monjitas no convence a las señoras. Viendo que el dibujo quedaría algo pobre, dadas las dimensiones de la prenda,  consideraron que tendría más lucimiento si se le agregaran algunos motivos como espigas de trigo y florecillas. Naturalmente la ampliación incrementó el presupuesto en 600 pesetas más. Finalmente acordaron realizarla y  dieron el visto bueno a las monjitas.
La colaboración popular de los vecinos, las aportaciones de las personas visitadas por Antonia y el taquillaje de las representaciones de teatro superó con creces el presupuesto del bordado. A la vista del montante recaudado, la comisión decide realizar las siguientes mejoras y adquisiciones:
Una saya bordada con hilos de oro, obra realizada en el convento de Santa Isabel de Sevilla, por un importe de 6.500 pesetas.
Al orfebre Claudio Domínguez (de Galaroza) se le encarga el sobredorado  de la corona de la Virgen, cuya factura ascendió a 3.500 pesetas y se restaura el cetro dorado que importó 1.400 pesetas.
Las jovencitas Isabel Fernández y María Teresa Rodríguez, guidas por doña Rosa Caña, colaboraron con la causa confeccionaron una toquilla para la Virgen.
Posteriormente, en 1961 y con los ingresos del musical que organizó Isabelita, se mando a construir una nueva peana en plata repujada con forma de nube. Una pieza esencial para conseguir más altura de la imagen en el paso, dadas las dimensiones del nuevo manto.

Por fin,  siete años después de que llegara a Castilleja  el tejido del manto, se contrata con el transportista de Carrión, José Ortiz para que lo trajera desde  Huelva. Con él, la Comisión envió a las Hermanas Adoratrices las 20.600 pesetas que faltaban para abonar del primer presupuesto. El resto de 600 pesetas por la ampliación del bordado, se pagaron estando al manto en Castilleja. A la hora de liquidar el porte,  el Sr. Ortiz dijo que lo había hecho de forma gratuita y por colaborar.
En una tarde de la  primavera de 1958  los vecinos de Castilleja del Campo acudieron a la plaza de la Iglesia, sin que ninguno hubiese sido convocado. Entre la multitud se palpaba la emoción, la inquietud y alguna lágrima incontenida que se deslizaba por más de una mejilla.  Aun así, todos estaban alegres, expectantes pero alegres, parecía una tarde de fiesta. Y… finalmente lo fue.
De súbito, el murmullo de todo un pueblo fue silenciado por un repique de campanas. ¡Las campanas de Castilleja del Campo! Después, ni los disparos de cohetes pudieron aplacar el efusivo aplauso, las ovaciones de palmas que desgranaban los corazones de los allí reunidos. Llegaba el manto azul que todos los vecinos, como algo propio,  iban a ofrecer a su Virgen y Patrona. ¡Nuestra Señora del Buen Suceso!

–El  manto y demás prendas mencionadas se estrenaron el domingo 19 de agosto de 1962, en  una procesión  que culminaba la tercera y definitiva reorganización de la “Hermandad” en el siglo XX. Ellos no sabían que así iba ser-.

Fuente: CRÓNICA DE UNA FIESTA VIVA. Juan C. Luque. Castilleja del Campo, 1999

Historia 060. Castilleja del Campo, viernes 1 de febrero de 2019