Por Juan C. Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
Con la hipótesis del abandono de Tejada la Vieja concluimos la trilogía,
publicada con anterioridad, sobre la arqueología y la protohistoria del yacimiento.
La
base de la ciudad y el motivo de su población dependían de una economía
forjada por la explotación de las minas del entorno y el comercio con las colonias
mediterráneas y sus rutas. El cambio producido en los agentes comerciales, que
habían mantenido el monopolio comercial en estas colonias durante siglos, hizo que Tejada perdiera su esplendor y, paulatinamente,
entrara en una crisis económica a partir
de la segunda mitad del siglo VI a. C., y aunque puede mantener la actividad
minero-metalúrgica con minerales más pobres y menos rentables, este fue el
principio del fin del despoblamiento de la ciudad. También influyó la continuada relación con otras
culturas y el descubrimiento de los
productos agropecuarios que ofrecía la rica y cercana campiña. Esto modificaría
el estatus social y el cambio de las actividades económicas, diversificándose
entre la minería, la agricultura y la ganadería.
Pero
el sentamiento tenía los días contados. En la primera mitad del siglo IV a. C., la ubicación de este
núcleo ya no era idónea y vieron la necesidad de un traslado de la población
hacia la campiña, sin que se hallen elementos que indiquen algún tipo de violencia
que justifique su abandono. Los estudios indican que el abandono fue lento y
pacífico, al no hallarse restos que indujeran a pensar que se produjeron
incendios o una ocupación hostil o violenta por parte de otros pueblos. El
escaso ajuar hallado nos lleva a pensar que, en cuanto al abandono final de la
urbe, sus habitantes se llevaron consigo sus enseres y utensilios cotidianos
para emprender una nueva vida en otro lugar.
La hipótesis de un traslado a la extensa campiña, no descarta que el nuevo asentamiento poblacional se produjera en el lugar que, años después, se levantara la romana “Tucci”, (Tejada la Nueva). Un emplazamiento situado a una legua aproximadamente (5 Km) de la ciudad tartesia, pasando así de la zona de montañosa a las tierras llanas y fértiles de la campiña. Una posibilidad verosímil por la riqueza que presenta el enclave: un inmejorable nudo de comunicaciones, puesto del control visual de un amplio territorio y una tierra fértil, atravesada por cursos fluviales esenciales para la prosperidad de la agricultura, la ganadería y los propios seres humanos. Allí comenzaría a forjarse una historia: el nacimiento de la cultura del nuevo pueblo Turdetano.