Por
Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
La tradición y la afición al teatro continúan latente y se hacen tangibles cada año en nuestra
localidad. Una semilla que enraizó a comienzos del siglo XX y está dando
sus frutos desde 1940. Desde esos años y a lo largo del mencionado siglo se han
venido representando obras de teatros, aunque
de forma esporádica, montadas, dirigidas e interpretadas por hombres y
mujeres de Castilleja del Campo.
En los últimos años del
pasado siglo y hasta la primera década del XXI, Consuelo García Daza mantuvo
activo un grupo de teatro formado por mujeres de la Asociación Campos de
tejada, de la que es presidenta.
Fue a raíz de la inauguración del Centro Cultural
María Moliner, en noviembre de 2011, cuando se crea el Taller de Teatro
Municipal, un grupo de aficionados a las artes escénicas que, bajo la dirección
de Cynthia Luque, estrenó su primer montaje en diciembre del año siguiente.
Desde aquel año y con futuro de continuidad, las tablas del teatro de Centro
Cultural María Moliner son testigos cada año del trabajo el montaje y el
estreno de una nueva obra.
Gracias al Taller de
Teatro y al espacio que ofrece el mencionado Centro Cultural, los aficionados y
aficionadas de Castilleja del campo tienen la oportunidad de expresar su arte
escénico y mantener viva la tradición.
El pasado viernes 26 de
abril el grupo estrenó su séptimo trabajo: “Historia de una escalera”, de
Antonio Buero Vallejo (1949), —obra que marcó un hito en el teatro de la
postguerra— calificada como el drama de la frustración social visto a través de
tres generaciones de la clase media baja.
La trama pone en escena
a tres generaciones que habitan un mismo inmueble para representar la
frustración social y existencial en la vida española, en una época que Cynthia transporta al trienio de 1960 a 1980 con su
adaptación del texto.
La escalera, espacio
cerrado y simbólico, y el inexorable paso del tiempo favorecen una estructura
cíclica y repetitiva que subraya el fracaso de los personajes.
La escenografía, que
pone en evidencia la modestia del
inmueble donde se desarrolla la obra, es muy sencilla y esquemática pero
cargada de simbolismo, pone en valor el trabajo de actores y actrices que
tienen que llenar con sus interpretaciones el vacío espacio del escenario.
El primer acto
trascurre un día de 1960. El original arranque, la escena del cobrador de la
luz (Nicolás Luque), manifiesta las estrecheces económicas de los vecinos: Paca
(Ramona Luque), D. Manuel (Antonio Gómez), doña Asunción (Nena Monge) y Generosa
(Polar Olivo). Por su lado Carmina (Yolanda Fernández), hija de Generosa y
Fernando (Luis Carlos Luque), hijo de doña Asunción, dos jóvenes que se encuentran en el rellano o “casinillo”
de la escalera para declararse mutuamente su amor. Al menos así lo parece...
Finalmente Fernando y
el sindicalista Urbano (Fran. Javier Rodríguez), hijo de Paca, juegan a las
cartas en el casinillo. Ellos encarnan la demagogia ante la inmovilidad del
sistema y proyectan hacer de todo por avanzar pero, al final, siempre están en
el mismo punto de partida. Así finalizó el primer acto que fue aplaudido por el
público.
Al final de cada acto
no se cerró el telón. Para mantener la atención del respetable, la directora
había creado dos “pasos o entremeses”.
En este caso –final del
primer acto–, presentó un gracioso cuadro costumbrista en el rellano de la
escalera. Unas niñas juegan al “teje”: Sofía A. Muñoz y Natalia A. Romero,
hasta que llegan dos mujeres: Charo Romero y Cynthia Luque que se sientan a
coser y remendar ropa. Todas cantan “Los peregrinitos” de Lorca.
El segundo acto tiene
lugar diez años después. Muere el marido de Generosa que llega del funeral
acompañada de su hija, sus vecinas Juana y Paca con su hija.
El sindicalista Urbano
le pide a Carmina que lo acepte por esposo.
Fernando, buscado el partido –la estabilidad económica– que le
ofrecía Elvira (Pilar M. Moreno), ya se
había casado con ella. De este enlace
nacieron Fernandito (Álvaro Vivero) y Elvirita (Karla Borges). El acto trata de
amores frustrados, donde nadie es feliz, todos son egoístas y ese egoísmo
desemboca en la infelicidad.
En este acto aparecen
tres personajes que tienen su peso en la obra. Trini (Marga Mateos) hija de
Paca, Juana (Carmen Muñoz), hermana de Paca, y Pepe (Fran. Manuel Rivera), hijo
de Generosa y hermano de Carmina.
Como el anterior el
público reconoció el trabajo de actores y actrices con un fuerte aplauso.
El entreacto fija la
fecha del siguiente tercer acto. Una jovencita vendedora de periódicos (Cecilia
Conde) pregona la noticia y relata la cónica del día: el golpe de Estado del 23
de febrero de 1981. Conocido por su fecha como 23-F, fue un intento fallido de
golpe de Estado perpetrado por algunos mandos militares de España, encabezados
por el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero.
El último acto sucede
en la década de 1980. Pepe, que malvive con Rosa (Leo Reinoso) hija de doña Asunción, descubre una personalidad
déspota y violenta y es rechazado por sus convecinos. En esta fecha, Fernandito
(Álvaro Vivero), hijo de Elvira y Fernando, y Carmina (Montse Corral), hija de
Urbano y Carmina, están enamorados, pero sus padres han prohibido esta relación
debido a la amargura y la frustración que les produce su propio fracaso.
Han pasado 30 años y
todo sigue igual, se repiten la mezquindad, la envidia y los desamores en la
nueva generación de la escalera.
Un generoso y merecido
aplauso fue el mejor regalo para reconocer el trabajo de estos aficionados al teatro. Un grupo de actores y actrices
que cada año pisan con más fuerzas las tablas de los escenarios. La fuerza
interpretativa, el ritmo, la dicción y fluidez en los diálogos han destacado en todo el elenco.
–Gracias a esta compañía, al Centro Cultural María
Moliner y a la afición de nuestro pueblo por el teatro y las artes escénicas,
la tradición continuará indeleble y segura–.
Costumbres
y tradiciones 056
Castilleja
del Campo, viernes 3 de mayo de 2019