La naturaleza ha intervenido en el campo
Por
Juan Carmelo Luque Varela Cronista oficial de la Villa
Abril
se ha desmayado en el camino de mayo,
mes de las flores, de María y de la Madre. Un mes para despertar los sentidos, donde
el olfato la vista y el tacto son testigos de la transformación que se ha
producido en la naturaleza. Y dan fe de ello porque han olido el aroma, han
visto la belleza y han tocado el aterciopelado de las flores. Plantas que
madres de la naturaleza son. En la actualidad, donde en casi todo impera el artificio, el mes de mayo
nos ofrece la oportunidad de encontrarnos con la belleza natural. Una
inimitable hermosura que cada año, Él, creador de vida, pone en mano de la primavera el pincel “murillesco” que viste el campo de
caprichosos colores, de flores, de olores…
En
mayo es hora, ahora, de buscar la belleza que en el campo te espera sola. Hora
de disfrutar los sentidos con los campos de trigo, ahora de profundo color verde con aires de mar, que la
mano de la brisa provoca al acariciar sus espigas expuestas al sol. Hora de
contemplar cómo, ahora, se viste el
campo de color amarillo y blanco de las margaritas compitiendo con la sangre de
las amapolas. Hora de observar en los olivos su nevada de esquilmo de ahora. Ha
llegado la hora de pasear por laderas y valles, para encontrarse con la naturaleza
viva de las flores, sus olores y los conciertos de los pájaros. Ahora es la
hora para abrir los sentidos y disfrutar del esplendor que la naturaleza nos
ofrece gratis en mayo, donde, salvo la lluvia el sol y el viento, nadie ha
intervenido en tanta belleza. Posiblemente si nos cobraran por asomarnos iríamos
más al campo de mayo.
Era
por mayo en el colegio. Aquel colegio de niñas y niños donde un muro, haciendo distinciones de sexos, separaba
las aulas y los patios del recreo, a la vez unidos por un pozo común, también se
llenaba con la primavera de mayo.
Y
de aquella aula de niñas, saltando la censura del muro y el patio de infantiles
juegos, llegaban hasta la de los niños las dulces voces de las mayorcitas que
traían canciones de mayo. Un
canto-oración que llamaban a ir con flores a María, <<…que Madre nuestra
es>>.
Era
por mayo en los patios, cuando en macetas y arriates los claveles se abrían como
crisálidas de primavera y en pueblos y plazas se celebraban las cruces de mayo. Tradiciones que aún
perduran en muchas localidades.
Son
recuerdos de olores, canciones y colores
que vuelven cada mayo para despertar la memoria del largo sueño de los años.
–Pero
no recuerdo si se celebraba el día de la madre, a quienes aprovechamos para
felicitarlas en mayo. Seguramente fue una invención posterior,
fruto de la publicidad cómplice de los
grandes almacenes, para incitar al consumismo-.
Opinión
del cronista 034
Castilleja
del Campo, sábado 5 de mayo de 2018