Dos personas
intentaron la continuidad
Por Juan C. Luque Varela, Cronista
oficial de la Villa
Antes de descubrir a los dos jugadores que lucharon, a mediados de los
años `70, para evitar la posible desaparición del fútbol en nuestro pueblo,
relataremos una anécdota ocurrida años atrás. Los protagonistas de esta
historia fueron Vicente Zaragozá, Miguelito el carpintero y un jugador del
equipo contrario y ocurrió en uno de esos años de mala racha que no se le
ganaba ni al Huevar (frase muy conocida por aquellos tiempos, ya que el equipo
de Huevar era uno de los más flojitos de la comarca).
Nuestro equipo visitó el pueblo de Chucena con la ilusión de romper el
<<mal fario>>. Cuando se estaban cambiando en el vestuario, Vicente
el valenciano,-no sabemos si fue una broma suya- arengó a los jugadores con esta sentencia. –Ha dicho Manolito el
pastor (Alcalde por entonces de Castilleja del Campo), que si perdemos este partido el próximo lunes
ara el campo y nos quedamos sin fútbol para los restos. Vicente, que era un
jugador de aguante y con inmejorable
fondo físico, de ahí que en más de una ocasión se definiera como líder del
equipo, jugaba en la defensa en aquél partido.
Solo quedaban cinco minutos
para finalizar y el marcador arrojaba un
resultado de empate a cero. A la salida de un córner en contra y por
alto, nuestro portero escuchó alto y claro el ¡Mía! de Vicente, quien saltó sin suerte y la
pelota traspasó los palos. ¡Gol del Chucena!
Todos, ante el comentario de Vicente en el vestuarios, pensaron lo
mismo –Mi gozo en un pozo, se acabó el fútbol en nuestro pueblo-.
Pero no quedo así el encuentro, Miguel Luque (el carpintero), animador
incombustible del equipo y siempre tras la portería, reclamó al del pito que
había sido <<mano>>. Efectivamente el delantero se adelantó a
Vicente y con el puño desvió la pelota. El árbitro dio el gol por válido a
pesar de las oportunas reclamaciones. Se recurrió a la buena fe del jugador que
cometió la infracción quien, efectivamente, confirmó la irregularidad cometida
(por cierto era un seminarista de vacaciones en su pueblo). Ante esta tesitura
el juez de la contienda no tuvo otra
alternativa que anular el polémico tanto y, tirando el silbato en el centro del
campo, se marchó, dejando el parido sin terminar.
Así el Club Deportivo San Miguel podo continuar celebrando sus
encuentros en el campo de fútbol del <<Pozo aguao>>, como aún se
conocía, el que posteriormente se llamaría <<Campo Municipal el Prado>>.
Después de este paréntesis vamos a retomar el tema según se indica en
el encabezamiento. <<Dos personas intentaron la continuidad del
fútbol local>>.
Las directrices del club (o lo que quedaba del mismo) la llevaban <<a la limón>> varias
personas entre las que se encontraban los dos peloteros a los que vamos a
referirnos. Allí se tomaban decisiones, seguramente con buenas intenciones, que no siempre daban buenos resultados al no
consensuar los criterios. Este fue el principio del fin.
Fueron dos magníficos jugadores con una larga trayectoria en el San
Miguel desde 1965, los dos alineados en la <<media>>. Dos personas
que apostaron por el equipo y su continuidad, donde, además de directivos,
fueron entrenadores, técnicos y los que
realizaban el trabajo de campo, para sacar adelante y mantener viva la afición por el fútbol en nuestra localidad.
Ellos eran José Luque (Pepe de la Julia) y Manuel Rodríguez (Manolito
de Juana) y aunque fueron mencionados en anteriores artículos, llegado a este
punto vamos a definir, aún más, sus perfiles deportivos.
Menudo de cuerpo y escaso de fuerza Pepe de la Julia era todo nervio,
rapidez, siempre suelto y con pases medidos, un técnico que miraba, recortaba y
ponía la pelota en el lugar exacto. Aunque
abusaba de los regates, de los que casi siempre salía airoso, realizaba un
perfecto servicio a los delanteros, consiguiendo los aplausos de sus seguidores. Más de alguna
vez, por querer sobar la bola más de la cuenta provocó algunos sustos en la
defensa de su equipo. Pepe, además de colaborar con Manolito en el equipo
titular, formó un equipo de juveniles donde volcó todos sus conocimientos
futbolísticos desde su cargo de entrenador. Equipo de donde salió la cantera
del futuro San Miguel que vendría después.
Por su lado, Manuel Rodríguez (Manolito de Juana), como era conocido
en el mundo deportivo de nuestro pueblo, era un jugador muy hábil y siempre en
punta, jugaba muy rápido y disponía de un tiro bastante potente. En pocos
partidos se quedaba sin marcar.
Cuando <<colgó las botas>> no solo cargó con la
responsabilidad de dirigir a los jugadores del equipo titular como técnico y
entrenador, también era directivo, junto a Pepe de la Julia y se encargaba del
mantenimiento del terreno de juego. A final de los ´70, cuando la afición entró
en decadencia, Manuel Rodríguez Román ya estaba preparado para entrenar y
colaborar con el nuevo San Miguel en de la década siguiente.
Tanto en el equipo titular y por supuesto en el segundo equipo, como
se conocía la cantera de juveniles, fueron apareciendo caras nuevas y nuevos
jóvenes que desplazaron a los más veteranos, sobre todo en el primer equipo.
Entre otros nombraremos a Juan Vicente, Antonio Suarez y su hermano, Roque,
José Mari, Santito, Jesús, Antonio Caraballo y un jovencito Isabelito que tenía
lago especial.
En esta etapa en la que Pepe de la Julia y Manolito de Juana cumplían
con sus funciones, tanto en el equipo titular como en el de juveniles,
limitaron sus desplazamientos a los pueblos más cercanos: Carrión, Chucena, Escacena,
Paterna, Hinojos, Huevar y Villamanrique. Las visitas a localidades más
alejadas, además de presentar más problemas en las gestiones, aparejaba un
transporte más caro.
Generalmente en estas salidas, que se programaban en el entorno de las
fiestas patronales y otros festejos populares de las localidades citadas, se
llegaba al acuerdo con el equipo para que devolviera la visita, bien al domingo
siguiente u otro que ellos pidieran o quedaba pendiente para el torneo que se
celebraría en agosta para nuestras Fiestas Patronales. Otras veces el acuerdo
consistía en cobrar unos honorarios
equivalentes al costo del desplazamiento. Incluso por matar el gusanillo
futbolero, se iba de gratis a muchos pueblos y entre todos los jugadores se
pagaba el medio de locomoción.
Por otro lado, los mejores jugadores y los jóvenes que despuntaban en
el deporte fueron fichados en equipos de otras localidades. Roque, Isabelo y
algunos más se alinearon en el equipo de Carrión. Antonio Adorna y otros
terminaron en La Palma. Así, desmembrado el equipo local, la afición entró en
una imparable recesión y el fútbol desapareció por un tiempo de nuestro pueblo.
Sea como fuere, al final de la década de los años `70 del pasado siglo, el
resultado fue otra decadencia en la
afición futbolera, de las muchas conocidas a lo largo de la historia del fútbol
local.
Tendrían que pasar casi cuatro
años para que el Club Deportivo San Miguel resurgiera renovado e inscrito en la
Federación Nacional de Fútbol. Un sueño que se plasmó cuando se cumplía el
cincuentenario de la práctica del
Balompié como deporte en Castilleja del Campo.
Historia
033. Castilleja del Campo, jueves14 de mayo de 2015