viernes, 2 de mayo de 2014

LOS ÚLTIMOS BARES DEL CENTRO

Entre bodega, tasca y taberna, un bar

Por Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
Antes de entrar en el  bar de nueva construcción que abrió en la plaza de la Iglesia, pasaremos por una bodega, una taberna y una tasca, todas situadas en el centro del pueblo. Los tres negocios coincidieron alguna vez con los dos bares del prado y los dos casinos, llegándose a contar hasta siete establecimientos del ramo simultáneamente en una población que no pasaba de 600 habitantes. Así era el panorama social de aquella época donde  había poco de casi todo pero muchos bares y similares.

La bodega de Victorio Luque Rodríguez, menos la temporada de la <<pisa>> fermentación y trasiego, convertía en bar la sala del lagar. Aunque solo abría después del medio día, sí aguantaba a los parroquianos hasta bastante  tarde. Su clientela era de <<carga y vete>> y poca tertulia, a pesar de que, además del vino propio también  expendía licores. El estilo del servicio era típico de bodega, esto es, en algún que otro velador y en la barra, donde una blanca tiza bodeguera dejaba constancia notarial de la minuta <<mollatosa>> sobre la pulida tapa de madera del mostrador. ¿Se debe algo aquí? Y puerta,  nada de juegos de mesas ni charlas banales, mucho menos mesas-camillas con braseros de picón.

Juan Fernández González era una de esas personas con inquietudes para los negocios porque, ¿cómo se explica que un panadero se pueda convertir en tabernero? Pues así fue Juan, que siendo propietario de una de las tres panaderías que amasaban en Castilleja del Campo, viendo que el negocio no tenía futuro a corto plazo, transformó la sala de elaboración en una taberna. Mantuvo el horno donde continuó cociendo pan, repostería y alimentos para el consumo tabernario. Tanto la panadería como después la taberna se encontraban al fondo de su casa, situada donde en la actualidad vive el matrimonio formado por María José (sobrina de Juan) y su esposo Julio Reinoso.  Su clientela provenía del vecindario local y otros de muy lejanas tierras. Cabe destacar como curiosidad, los clientes americanos asentados en la base de Morón de La Frontera que se desplazaban a esta taberna  de Juan, al menos una vez a la  semana. También allí se celebraron más de una boda, antes del definitivo cerrojazo en 1966.

Para terminar con este apartado citaremos la tasca de Antonio Luque Gómez (guardia municipal). <<El Trabuco>> llevaba de nombre aquel pequeño local ubicado en una de las bóvedas de aristas que soportaba los altos del Ayuntamiento viejo. No tenemos datos del tiempo que mantuvo activo el negocio, pero conociendo la idiosincrasia de Antonio, que en cuestión de amigos y reuniones no tenía nada suyo, la rentabilidad de la tasca no sería ningún negocio.
Muchos clientes hablaban de la gloriosa y blanca tiza, cuando bajaba de la oreja de Antonio para dejar nota, como un tatuaje, de cada copa de aguardiente,  sobre el manchado mostrador.
–Aquella tiza histórica-artística que, más que anotar, dibujaba las fechas de la cosecha en la tapa de cada bocoy de las bodegas y lagares de Castilleja del campo-.


Ahora si avanzamos en el tiempo para descubrir la efímera vida del último bar que se levantaba en el centro del pueblo, en la misma plaza de la Iglesia.
La sociedad formada por José Zaragozá (Pepín) y Andrés Luque, adquieren  el edificio donde anteriormente se hallaba el Bar de Anastasio. En su solar levantan un edificio de nueva planta con la siguiente distribución interior: un amplio salón con nuevos veladores, silla metálicas y mesas cuadradas  a las que en invierno se les vestía con ropa de camilla y la barra frente a la entrada. En el patio los aseos y una sala con mesa de billar colindaban con un reservado para las partidas de cartas, habitación que habilitaron con una mesa de camilla y brasero con el fin de dar servicio a los aficionados de los juegos de naipes,  apuestas y envites. Los propietarios procuraron  que el establecimiento, aunque de nuevo cuño, mantuviera la tradición y las costumbres de los desaparecidos casinos. El día de su inauguración,  la tarde del 19 de marzo de 1971 día de San José, José Rodríguez Sánchez y su nieto José Antonio Paz Rodríguez fueron las dos  primeras personas  en entrar. Después fueron asiduos clientes.
Así era el Bar Plaza, un nuevo local donde se fomentaba la tertulia y se leía la prensa, que diariamente llegaba para servicio de los clientes,  creando una cultura popular hoy perdida por las prisas y las técnicas modernas.
-Acaso, ¿no pueden ir de la mano el modernismo y las más avanzadas técnicas de la información con las tradiciones y la cultura popular de ayer?-
Tapas de cocina y fiambres era la oferta gastronómica para una clientela que era prácticamente la misma que había tenido el bar de Anastasio y con igual afluencia, además de las personas de Carrión de los Céspedes que venían  los fines de semana.
Andrés Luque abría por la mañana y por la tarde hasta que llegaba su socio, José Zaragozá,  cuando este terminaba su trabajo en el Bar de la gasolinera. Pocos años después Pepín causa baja en su trabajo y naturalmente  en su bar. Andrés no tuvo más remedio que contratar una persona para que le ayudara en su agotadora y larga jornada de trabajo. Por ello  Antonio Luque (Antonio García Luque)  y después  José Luque Monge (José de Margarita), estuvieron trabajando por las tardes. Al Bar Plaza, desgraciadamente le quedaban pocos años de vida.
En 1975 y tras la trágica enfermedad de Andrés, el establecimiento es puesto en alquiler, primero a Manuel Luque Adorna y posteriormente a Lola Ramírez Bravo que lo mantuvo abierto hasta finales de 1978. El cierre definitivo, del  que fue el último bar en el centro del pueblo, vino impuesta porque los bares en <<el prao>>  estaban cambiando su estilo y atrayendo la clientela local. 

Costumbres y tradiciones 026
Castilleja del Campo, viernes 2 de mayo  de 2014