Entre bodega, tasca y
taberna, un bar
Por Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial
de la Villa
Antes de entrar en el bar de nueva construcción que abrió en la
plaza de la Iglesia, pasaremos por una bodega, una taberna y una tasca, todas
situadas en el centro del pueblo. Los tres negocios coincidieron alguna vez con
los dos bares del prado y los dos casinos, llegándose a contar hasta siete
establecimientos del ramo simultáneamente en una población que no pasaba de 600
habitantes. Así era el panorama social de aquella época donde había poco de casi todo pero muchos bares y
similares.
La bodega de Victorio Luque Rodríguez, menos
la temporada de la <<pisa>> fermentación y trasiego, convertía en
bar la sala del lagar. Aunque solo abría después del medio día, sí aguantaba a
los parroquianos hasta bastante tarde.
Su clientela era de <<carga y vete>> y poca tertulia, a pesar de
que, además del vino propio también
expendía licores. El estilo del servicio era típico de bodega, esto es,
en algún que otro velador y en la barra, donde una blanca tiza bodeguera dejaba
constancia notarial de la minuta <<mollatosa>> sobre la pulida tapa
de madera del mostrador. ¿Se debe algo aquí? Y puerta, nada de juegos de mesas ni charlas banales, mucho
menos mesas-camillas con braseros de picón.
Juan Fernández González era una de esas
personas con inquietudes para los negocios porque, ¿cómo se explica que un
panadero se pueda convertir en tabernero? Pues así fue Juan, que siendo
propietario de una de las tres panaderías que amasaban en Castilleja del Campo,
viendo que el negocio no tenía futuro a corto plazo, transformó la sala de
elaboración en una taberna. Mantuvo el horno donde continuó cociendo pan,
repostería y alimentos para el consumo tabernario. Tanto la panadería como
después la taberna se encontraban al fondo de su casa, situada donde en la
actualidad vive el matrimonio formado por María José (sobrina de Juan) y su
esposo Julio Reinoso. Su clientela
provenía del vecindario local y otros de muy lejanas tierras. Cabe destacar
como curiosidad, los clientes americanos asentados en la base de Morón de La
Frontera que se desplazaban a esta taberna
de Juan, al menos una vez a la
semana. También allí se celebraron más de una boda, antes del definitivo
cerrojazo en 1966.
Para terminar con este apartado citaremos la
tasca de Antonio Luque Gómez (guardia municipal). <<El Trabuco>>
llevaba de nombre aquel pequeño local ubicado en una de las bóvedas de aristas
que soportaba los altos del Ayuntamiento viejo. No tenemos datos del tiempo que
mantuvo activo el negocio, pero conociendo la idiosincrasia de Antonio, que en
cuestión de amigos y reuniones no tenía nada suyo, la rentabilidad de la tasca
no sería ningún negocio.
Muchos clientes hablaban de la gloriosa y
blanca tiza, cuando bajaba de la oreja de Antonio para dejar nota, como un
tatuaje, de cada copa de aguardiente,
sobre el manchado mostrador.
–Aquella tiza histórica-artística que, más
que anotar, dibujaba las fechas de la cosecha en la tapa de cada bocoy de las
bodegas y lagares de Castilleja del campo-.
Ahora si avanzamos en el tiempo para
descubrir la efímera vida del último bar que se levantaba en el centro del
pueblo, en la misma plaza de la Iglesia.
La sociedad formada por José Zaragozá (Pepín)
y Andrés Luque, adquieren el edificio
donde anteriormente se hallaba el Bar de Anastasio. En su solar levantan un
edificio de nueva planta con la siguiente distribución interior: un amplio
salón con nuevos veladores, silla metálicas y mesas cuadradas a las que en invierno se les vestía con ropa
de camilla y la barra frente a la entrada. En el patio los aseos y una sala con
mesa de billar colindaban con un reservado para las partidas de cartas,
habitación que habilitaron con una mesa de camilla y brasero con el fin de dar
servicio a los aficionados de los juegos de naipes, apuestas y envites. Los propietarios
procuraron que el establecimiento,
aunque de nuevo cuño, mantuviera la tradición y las costumbres de los
desaparecidos casinos. El día de su inauguración, la tarde del 19 de marzo de 1971 día de San
José, José Rodríguez Sánchez y su nieto José Antonio Paz Rodríguez fueron las
dos primeras personas en entrar. Después fueron asiduos clientes.
Así era el Bar Plaza, un nuevo local donde se
fomentaba la tertulia y se leía la prensa, que diariamente llegaba para
servicio de los clientes, creando una
cultura popular hoy perdida por las prisas y las técnicas modernas.
-Acaso, ¿no pueden ir de la mano el
modernismo y las más avanzadas técnicas de la información con las tradiciones y
la cultura popular de ayer?-
Tapas de cocina y fiambres era la oferta
gastronómica para una clientela que era prácticamente la misma que había tenido
el bar de Anastasio y con igual afluencia, además de las personas de Carrión de
los Céspedes que venían los fines de
semana.
Andrés Luque abría por la mañana y por la
tarde hasta que llegaba su socio, José Zaragozá, cuando este terminaba su trabajo en el Bar de
la gasolinera. Pocos años después Pepín causa baja en su trabajo y naturalmente
en su bar. Andrés no tuvo más remedio
que contratar una persona para que le ayudara en su agotadora y larga jornada
de trabajo. Por ello Antonio Luque
(Antonio García Luque) y después José Luque Monge (José de Margarita),
estuvieron trabajando por las tardes. Al Bar Plaza, desgraciadamente le
quedaban pocos años de vida.
En 1975 y tras la trágica enfermedad de
Andrés, el establecimiento es puesto en alquiler, primero a Manuel Luque Adorna
y posteriormente a Lola Ramírez Bravo que lo mantuvo abierto hasta finales de
1978. El cierre definitivo, del que fue
el último bar en el centro del pueblo, vino impuesta porque los bares en <<el
prao>> estaban cambiando su estilo
y atrayendo la clientela local.
Costumbres y tradiciones 026
Castilleja del Campo, viernes 2 de mayo de 2014