Por
Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
El
solsticio de invierno, el frío, la lotería del 22, las comidas, los regalos, el
brillo del alumbrado en las ciudades y
los excesos extraordinarios no hacen la
Navidad.
La
Navidad es un milagro por lo que de admirable tiene. Con todos sus tópicos, con
su ternura y, sobre todo, su amor familiar. Por lo que tiene de capacidad para
transformarnos, ya sea en una felicitación al paso de un vecino –¡Felices Pascuas!- o montar el Nacimiento en
el hogar. Con observar la mirada de un niño, asombrado y feliz ante el misterio
de Belén, bastaría para que la Navidad tuviera el sentido que afortunadamente
aún conserva, al menos para la mayoría.
–Otros
dicen que es cosa de gente blandengue-.
La
Navidad es la celebración del Nacimiento de Jesús. Bastaría un solo villancico,
una sola luz parpadeante y el olor de los dulces típicos para traerla a la mente. Y
bastaría salir en estos días, a ese núcleo humano que da vida a las calles
admirando el alumbrado, nadar en ese bullicio que las hace distintas, con otro
color y otra luz, la de Navidad.
–Qué
le vamos hacer, si algunos somos así-.
La
Navidad es la entrega de tantas personas, personajes sin nombres, que en estos
días salen a pedir para otros, que se desviven por otros, que pasan noches
juntos a otros y todo en nombre de la Navidad.
–Esto,
¿también es de gente blandita?-
La
Navidad tiene la fuerza de poner el amor, la cercanía, el abrazo, la
convivencia y cualquier gesto humano que hagamos para acercarnos unos a otros. Porque
es algo distinto, más íntimo y más profundo. Algo que corre por la memoria del
tiempo y sigue llamándose Navidad.
Quienes
no sienten la Navidad dicen que todo lo dicho es cosa de gente blanda. Una
etiqueta que muchas personas llevan con
orgullo y no pasa nada.
Con
la humildad que derrocha la llegada de Jesús, Cronista de la Villa de
Castilleja del Campo te desea una Feliz Navidad de amor y de paz.
Opinión
del Cronista 035
Castilleja
del Campo, sábado 22 de diciembre de 2018