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Ventas, bares y un
mesón
Por Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial
de la Villa
Como
en cualquier otro municipio, Castilleja del Campo, por donde además transcurría
el camino de Sevilla a Huelva, desde mediados
del siglo XVlll se encuentra documentada la existencia de un mesón y, según la
leyenda y la transmisión oral de nuestros antepasados más directos, también de
dos ventas, una de ella de postas. Todos
estos establecimientos de servicios al transeúnte podemos aventurar que se
encontraban enclavados a pie de dicha vía de comunicación.
En
el Archivo General de Simancas, Sección Catastro de Ensenada, subsección:
Respuestas Generales, libro 561, folios 659r–673r; encontramos que en 1751 (fecha
del documento) ya existía un mesón aunque no cita donde se encontraba ubicado.
Teniendo en cuenta que actualmente existe la finca denominada <<El
Mesoncillo>> y que las personas más mayores de nuestra localidad recuerdan haber conocido las ruinas de aquella edificación, podemos afirmar que en aquel
enclave se levantaba el citado mesón. Documentalmente solo podemos asegurar que
era propiedad de un seglar que le producía en arrendamiento 300 reales de
vellón y el mesonero, del que tampoco se transcribe su nombre, utilizaba
anualmente otros 300 reales.
Avanzando
en el tiempo y atendiendo, como en el caso anterior, a la transmisión oral de
nuestros mayores y la nomenclatura actual de las fincas y terrenos rústicos y
de labor, justo a lado de la noria que aún existe a la derecha de la carretera
en dirección a Huelva y a la salida del pueblo se encontraba la venta de Luque,
posiblemente edificada sobre la que fue ermita del Buen Suceso hasta su ruina en 1755.
Una venta de postas y refresco de caballerías en el camino de Sevilla a Huelva
que por deformación era conocida como la venta <<Veluque>>. Si el
establecimiento anterior por su denominación de mesón estaba considerado como
de servicio al viajero, este último
estaba más indicado para la atención a los profesionales del transporte y las
bestias de tiro de sus carruajes.
La
otra venta citada en el encabezamiento data desde finales del XIX, fue el
último establecimiento de este tipo en desaparecer en la tercera década del
siglo XX. Estaba regentada por una señora procedente de Castilleja de la Cuesta
de apellido Adorna, conocida como <<La Ventera>>. Se localizaba como
las anteriores a pie de carretera, en su
margen izquierdo con dirección a Huelva, en una casa que posteriormente fue de Antonio
Luque Delgado. Esta venta, además de
atender a un escaso público que algunas veces paraba en su transito por la que
sería aquella vía de comunicación, también servía al público local, siendo en sus
principios el primer establecimiento de estas características en el
<<Prao>>. La venta de <<La Ventera>>, que llegó a
coincidir con los postes de suministro
de combustibles que instaló José Calero, cerró definitivamente cuando se
inauguró el primer bar de carretera que su dueño bautizó con el nombre de
<<La Gasolinera>> en clara referencia a su negocio.
Más
que un bar, <<La Gasolinera>> de José Calero, era un comercio
adelantado a su época, prestaba los mismos servicios que las grades superficies
de hoy. Allí se encontraba de todo, desde repuestos para automóviles,
motos y bicicletas a ultramarinos y chacinas, servicio de comidas y cafetería
para viajeros de paso y en la calle, delante de su fachada principal, los postes para el suministro de
combustibles, de ahí su nombre comercial. <<La Gasolinera>>, por su
situación a pié de la carretera Sevilla Huelva era el bar de los profesionales
del transporte con servicio 24 horas, durante los años que la regentó su
propietario, como en la actualidad ocurre en cualquier área de servicio de
autopista. También fue la tienda de comestibles para el vecindario, donde una
arqueológica registradora dejaba constancia de los pesos que la balanza realizaba
a la vista del cliente, ubicada en el mostrador al igual que la registradora.
En
1980, fallecido José Calero, el bar es puesto en alquiler siendo arrendado por José
Fernández Martínez (Dila) que lo mantiene abierto dos años. Posteriormente lo
regentaría, también en régimen de alquiler, Miguela Tebas Muñoz quien impulsa
el negocio nuevamente al servicio del viajero y profesionales del volante
sirviendo comidas y manteniéndolo abierto 24 horas. Fue en 1988 cuando la hija
de Miguela, Natividad Rodríguez Tebas
(Nati) y su esposo Manuel Fernández, adquieren en propiedad el edificio, consolidando
el negocio como bar y cafetería para atender
tanto al viajero de paso como a los clientes de la localidad. Así es en la
actualidad el bar <<La Gasolinera>>.
Ya
que nos encontramos en el <<Prao>> y a pie de carretera, entraremos
a tomar café con rosco de petaca en el bar La Granja. Inaugurado en 1948 por
Enrique Fernández Cuevas y su esposa Rosario Rodríguez Fernández, el bar y
cafetería de Enrique, como se conocía entre el vecindario, sentó un precedente para
un sector de la población por su estilo,
servicio y por la novedad de celebrar
aquellos nostálgicos bailes de salón, amenizados por músicos de la banda de
Carrión de los Céspedes, en las tardes de muchos domingos y algún que otro festivo. Su fuerte
era el café acompañado de una exquisita repostería propia elaborada por
Rosario, entre otros el piñonate y principalmente el rosco de petaca que, impulsada su fama por el viajante de paso, posteriormente se extendió desde Sevilla a Huelva por el
turismo de Rocío, mar y playa.
Entre
los paisanos, clientes habituales de La Granja, estaban los forofos del futbol
en <<Carrusel Deportivo>>, aquellos que con un café les bastaba
para pasar la tarde dominical ante la
radio de cretona. Aquel enorme receptor, que desde su mesa sobre la pared del
fondo vigilaba la entrada principal, esperaba pacientemente al aficionado los
demás días de la semana. Otros parroquianos mantenían la costumbre de sentarse ante un
velador de la puerta para distraerse con los vehículos que transitaban por la
carretera, viendo pasar una vida sin prisas, mientras desgajaban las
hojas del almanaque del tiempo.
En
1968 el hijo de Enrique, Enrique
Fernández Rodríguez, se hizo cargo del negocio estando ya desposado con Juliana
Laureano (Juli) y juntos introdujeron tapas de cocina de sangre encebollada,
caldereta y riñones al jerez, entre otras. Además, continuaron comercializando
el famoso rosco de petaca y la repostería tradicional, a la que Juli introduce como novedad el
hornazo y las tortas de manteca.
Pasaron
los años y Enrique cerró en 1990, reabriendo en alquiler al año siguiente
Mercedes Suarez y su esposo Pablo durante cuatro años más. En 1994 el Bar la
Granja cierra definitivamente sus puertas al público y a una parte de nuestra
historia más reciente.
-Tomar
el sol en su terraza, compartiendo café, tertulia y petacas, las tardes de primavera
y otoño, se transformaban en sensaciones únicas que hoy se añoran-.
Historia 018. Castilleja del Campo, sábado 1 de
febrero de 2014