sábado, 1 de febrero de 2014

ESTABLECIMIENTOS DE AYER Y HOY

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Ventas, bares y un mesón

Por Juan Carmelo Luque Varela, Cronista oficial de la Villa
Como en cualquier otro municipio, Castilleja del Campo, por donde además transcurría el camino de Sevilla a Huelva,  desde mediados del siglo XVlll se encuentra documentada la existencia de un mesón y, según la leyenda y la transmisión oral de nuestros antepasados más directos, también de dos ventas, una de ella  de postas. Todos estos establecimientos de servicios al transeúnte podemos aventurar que se encontraban enclavados a pie de dicha vía de comunicación.

En el Archivo General de Simancas, Sección Catastro de Ensenada, subsección: Respuestas Generales, libro 561, folios 659r–673r; encontramos que en 1751 (fecha del documento) ya existía un mesón aunque no cita donde se encontraba ubicado. Teniendo en cuenta que actualmente existe la finca denominada <<El Mesoncillo>> y que las personas más mayores de nuestra localidad recuerdan haber conocido las ruinas de aquella edificación, podemos afirmar que en aquel enclave se levantaba el citado mesón. Documentalmente solo podemos asegurar que era propiedad de un seglar que le producía en arrendamiento 300 reales de vellón y el mesonero, del que tampoco se transcribe su nombre, utilizaba anualmente otros 300 reales.
Avanzando en el tiempo y atendiendo, como en el caso anterior, a la transmisión oral de nuestros mayores y la nomenclatura actual de las fincas y terrenos rústicos y de labor, justo a lado de la noria que aún existe a la derecha de la carretera en dirección a Huelva y a la salida del pueblo se encontraba la venta de Luque, posiblemente edificada sobre  la que fue  ermita del Buen Suceso hasta su ruina en 1755. Una venta de postas y refresco de caballerías en el camino de Sevilla a Huelva que por deformación era conocida como la venta <<Veluque>>. Si el establecimiento anterior por su denominación de mesón estaba considerado como de  servicio al viajero, este último estaba más indicado para la atención a los profesionales del transporte y las bestias de tiro de sus carruajes.
La otra venta citada en el encabezamiento data desde finales del XIX, fue el último establecimiento de este tipo en desaparecer en la tercera década del siglo XX. Estaba regentada por una señora procedente de Castilleja de la Cuesta de apellido Adorna, conocida como <<La Ventera>>. Se localizaba como las anteriores a pie de  carretera, en su margen izquierdo con dirección a Huelva, en una casa que posteriormente fue de Antonio Luque Delgado.  Esta venta, además de atender a un escaso público que algunas veces paraba en su transito por la que sería aquella vía de comunicación, también  servía al público local, siendo en sus principios el primer establecimiento de estas características en el <<Prao>>. La venta de <<La Ventera>>, que llegó a coincidir  con los postes de suministro de combustibles que instaló José Calero, cerró definitivamente cuando se inauguró el primer bar de carretera que su dueño bautizó con el nombre de <<La Gasolinera>> en clara referencia a su negocio.

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Más que un bar, <<La Gasolinera>> de José Calero, era un comercio adelantado a su época, prestaba los mismos servicios que las grades superficies de hoy. Allí  se encontraba  de todo, desde repuestos para automóviles, motos y bicicletas a ultramarinos y chacinas, servicio de comidas y cafetería para viajeros de paso y en la calle, delante de su fachada principal,  los postes para el suministro de combustibles, de ahí su nombre comercial. <<La Gasolinera>>, por su situación a pié de la carretera Sevilla Huelva era el bar de los profesionales del transporte con servicio 24 horas, durante los años que la regentó su propietario, como en la actualidad ocurre en cualquier área de servicio de autopista. También fue la tienda de comestibles para el vecindario, donde una arqueológica registradora dejaba constancia de los pesos que la balanza realizaba a la vista del cliente, ubicada en el mostrador al  igual que la registradora.
En 1980, fallecido José Calero, el bar es puesto en alquiler siendo arrendado por José Fernández Martínez (Dila) que lo mantiene abierto dos años. Posteriormente lo regentaría, también en régimen de alquiler, Miguela Tebas Muñoz quien impulsa el negocio nuevamente al servicio del viajero y profesionales del volante sirviendo comidas y manteniéndolo abierto 24 horas. Fue en 1988 cuando la hija de Miguela,  Natividad Rodríguez Tebas (Nati) y su esposo Manuel Fernández, adquieren en propiedad el edificio, consolidando el negocio como  bar y cafetería para atender tanto al viajero de paso como a los clientes de la localidad. Así es en la actualidad el bar <<La Gasolinera>>.

                                Foto Cronista de la villa
Ya que nos encontramos en el <<Prao>> y a pie de carretera, entraremos a tomar café con rosco de petaca en el bar La Granja. Inaugurado en 1948 por Enrique Fernández Cuevas y su esposa Rosario Rodríguez Fernández, el bar y cafetería de Enrique, como se conocía entre el vecindario, sentó un precedente para un sector de la población por su  estilo, servicio y  por la novedad de celebrar aquellos nostálgicos bailes de salón, amenizados por músicos de la banda de Carrión de los Céspedes, en las tardes de muchos  domingos y algún que otro festivo. Su fuerte era el café acompañado de una exquisita repostería propia elaborada por Rosario, entre otros el piñonate y principalmente el rosco de petaca que,  impulsada su fama por el  viajante de paso, posteriormente se  extendió desde Sevilla a Huelva por el turismo de Rocío, mar y playa.
Entre los paisanos, clientes habituales de La Granja, estaban los forofos del futbol en <<Carrusel Deportivo>>, aquellos que con un café les bastaba para pasar la tarde dominical ante  la radio de cretona. Aquel enorme receptor, que desde su mesa sobre la pared del fondo vigilaba la entrada principal, esperaba pacientemente al aficionado los demás días de la semana. Otros parroquianos mantenían la costumbre de sentarse ante un velador de la puerta para distraerse con los vehículos que transitaban por la carretera,  viendo pasar  una vida sin prisas, mientras desgajaban las hojas del almanaque del tiempo.
En 1968 el hijo de Enrique,  Enrique Fernández Rodríguez, se hizo cargo del negocio estando ya desposado con Juliana Laureano (Juli) y juntos introdujeron tapas de cocina de sangre encebollada, caldereta y riñones al jerez, entre otras. Además, continuaron comercializando el famoso rosco de petaca y la repostería tradicional,  a la que Juli introduce como novedad el hornazo y las tortas de manteca.
Pasaron los años y Enrique cerró en 1990, reabriendo en alquiler al año siguiente Mercedes Suarez y su esposo Pablo durante cuatro años más. En 1994 el Bar la Granja cierra definitivamente sus puertas al público y a una parte de nuestra historia más reciente.
-Tomar el sol en su terraza, compartiendo café, tertulia y petacas, las tardes de primavera y otoño, se transformaban en sensaciones únicas que hoy se añoran-.


Historia 018. Castilleja del Campo, sábado 1 de febrero de 2014