Por Juan C. Luque Varela, Cronista
oficial de la Villa
Aquella antigua iglesia
que el visitador Joaquín Ussun la definió en 1703 como “un edificio muy firme, siendo las paredes principales de
cal y ladrillos muy dobles”, no resistió en envite del seísmo de 1755,
dejándola en estado ruinoso.
A mediados del siglo
XVIII sucede una de las más grandes catástrofes ocurrida en los últimos
trescientos años, afectando seriamente a España, norte de Arica y parte de
Europa. Un movimiento sísmico acompañado de un enérgico tsunami que causó
estragos en toda la comunidad andaluza en general y en especial en las
provincias de Huelva y Sevilla entre otras. En Cádiz, además de los daños ocasionados
por el terremoto, olas de más de 10 metros rompieron las murallas e inundaron
la población. En la localidad onubense
de Ayamonte fallecieron unos 1.000 vecinos. Además de las pérdidas humanas, en
todas la provincias muchas viviendas, iglesias y otros edificios quedaron seriamente
dañados, algunos totalmente destruidos.
La tragedia ocurrió el sábado
1 de Noviembre de 1755, festividad de Todos Los Santos, sobre las diez de la
mañana. El espectacular temblor de tierra, con epicentro en el océano
Atlántico, a unos 300 kilómetros de Lisboa y con una duración de 10 minutos,
también produjo unos efectos devastadores en nuestra localidad. Además de
afectar a numerosas casas particulares, causó daños de consideración en varios
edificios religiosos: la ermita de San Miguel, la del Buen Suceso, extramuros
de la villa y la Iglesia Parroquial que terminó prácticamente en ruina total.
En tal estado debió
quedar la iglesia que de inmediato se inician los trámites para poner fin a la
ruina del edificio y de su torre campanario.
El Arzobispado decide
enviar a Castilleja a Pedro de Silva, maestro de obras de arquitectura, alcalde
veedor y aparejador mayor del Arzobispado Hispalense, para que informara del
importe de las obras de reparación. Ante lo costoso de ellas acude también a
emitir informe de los daños el segundo maestro de fábrica, Pedro José Díaz, con
el propósito de examinar la conveniencia de reparar o derribar totalmente y
reedificar de nuevo. Las cartas de pago de ambos maestros están fechadas entre
octubre y noviembre de 1760 y en enero de 1761. Finalmente se opta por derribar
y construir de nuevo todo el edificio.
Antes de acometer las
obras, se desmontaron los retablos y se trasladó la parroquia y todos los enseres del culto a la ermita de
Ntra. Sra. del Espino, durante el tiempo necesario para la ejecución de dichas
obras [1]. La cofradía del Dulce Nombre de
Jesús y la Virgen del Espino compartían la ermita situada en la calle de su mismo nombre: “calle del Espino” (en la
actualidad Miguel Hernández).
El traslado de la
parroquia a la ermita y la efervescencia de las obras acometidas dan lugar a
problemas para hacer los enterramientos. La
ermita no disponía de espacio para este menester, al no contar con
terrenos anexos. La solución fue seguir
enterrando junto a la iglesia, pero en un nuevo terreno hasta ahora no utilizado
como cementerio. –Posiblemente se comenzara a utilizar para enterramientos el
lateral sur de la iglesia, incluyendo el espacio actualmente ocupado por el
salón parroquial. El cementerio se hallaba en el actual patio de la Cruz de los
Caídos. Este estuvo sirviendo de Camposanto hasta el último tercio del siglo
XIX [2].
Finalizadas las obras, llevadas
a cabo entre 1760 y 1762, podemos decir que la iglesia adquiere el aspecto que
hoy ofrece tanto en el interior como en el exterior. De una iglesia de tres
naves se pasa a una nave única pero de mucha más altura y amplitud. Presenta un
edificio de planta rectangular y estilo barroco, conservando la orientación
astronómica y litúrgica tradicional con la cabecera al Este. El cuerpo de la
nave, compartimentado por medio de pilastras, se cubre con un artesonado de
tres paños y tirantes de clara tipología mudéjar.

El presbiterio,
separado del resto de la edificación por un arco de medio punto rebajado,
remata su cielo con una bóveda vaída semiesférica sobre pechinas. Y se reforma
el altar de la antigua capilla para colocarlo a esta. El retablo que construyera Luis de Vilches en
1742 para la capilla mayor, fue adaptado a la nueva por Ángel Benito de la
Iglesia en 1762. Presenta un cuerpo de tres calles y ático, en la hornacina
central, flanqueada por estípites, aparece una escultura de San Miguel realizada
por Marcelino Roldán en 1758. En las calles laterales, acompañando al Titular
de la Parroquia, figuran dos imágenes una de San Juan el Bautista ejecutada en
el citado año por el mismo imaginero y otra de San Sebastián fechable en el
segundo cuarto del siglo XVI. El retablo, aunque en mal estado en la actualidad,
aún preside esta Capilla Mayor de más amplitud que la primitiva [3].
Al inicio del muro
derecho de la nave se abre una pequeña capilla de planta cuadrada con bóveda
semiesférica sobre pechinas. Podríamos aventurar que fuera la conocida como
Capilla de la Hermandad y de Ánimas, que albergaba la imagen dolorosa de la Hermandad de la
Santa Vera Cruz. Capilla que, con posterioridad, recibiría a la Virgen del Buen
Suceso tras abandonar su ermita extramuros de la villa, también arruinada por
el terremoto.
La torre se levanta a
los pies del muro izquierdo y consta de una esbelta caña, cuerpo de campanas
con vanos enmarcados por pilastras jónicas y cubierto por chapitel piramidal
con revestimiento cerámico y remates del mismo material.
Las portadas laterales presentan una estructura muy
similar, estando configuradas por vanos adintelados flanqueados por pilastras
toscanas, sobre las que aparecen entablamentos lisos y frontones triangulares.
El triangulo de la portada Norte alberga
una pequeña hornacina. La portada de los pies (al Oeste), está la constituida
por un arco de medio punto rebajado, flanqueado por pilastras toscanas que
sostiene un entablamento decorado con “ces”, que da paso a un frontón recto y
roto en cuyo centro se sitúa un óculo.
Este es el edificio que
ha llegado a nosotros, tras una trayectoria de más de 260 años de vicisitudes y
vaivenes de la historia, soportando obras, modificaciones y ampliaciones que
veremos en los artículos siguientes.
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1 Archivo.
Parroquial. Libro de fábrica de 1761.
2 En la
ilustración que encabeza este artículo, se aprecia la iglesia y un puerta
lateral con el número 13, era el
cementerio. Al parecer es un dibujo realizado por el párroco D. Felipe Rodríguez,
a principios del siglo XX.
3 Guía Artística de
Sevilla y su Provincia. Diputación Provincial de Sevilla, 1983.
Historia 082. Castilleja del Campo,
martes 25 de enero de 2022